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Cualquier parecido con la realidad...

El único que negoció y pactó políticamente con ETA fue Zapatero. Aznar se negó, y González no llegó a dar el paso.

Para un Gobierno obsesionado con la memoria histórica, llama la atención la aprensión de Zapatero a recordar las cosas tal y como sucedieron, y no tal y como él quisiera que los españoles las recordaran. A escondidas en mitad de la Navidad, Zapatero anunció que ETA había tenido tres oportunidades para dejar la violencia. Pero se equivoca o miente. Los contactos de 2006 no tuvieron nada que ver con los de 1987 y 1998, ni en su génesis, ni en su desarrollo ni en su desenlace.

En primer lugar, respecto al origen de las negociaciones, los gobiernos del PSOE de Felipe González negociaron con ETA casi nada más llegar al poder; los primeros contactos fueron anunciados por Barrionuevo en 1984, aunque comenzaron antes, y culminaron en la mesa de Argel de 1987. Pero las negociaciones venían de años antes, cuando los etarras sembraban el caos con coches bomba y parte del Ministerio del Interior respondía con el crimen de Estado de los GAL.

En cuanto a 1998, el Gobierno del PP se encontró en septiembre con la oferta de negociación sobre la mesa. El origen fue el pacto de Lizarra, acuerdo semiclandestino de unidad entre todo el nacionalismo vasco, tras el que ETA declaró una tregua destinada a avanzar hacia la independencia. No hubo contacto previo –político o no–, con el PP, que anunció públicamente que se sentaría con ETA cuando recibió la oferta etarra. No hubo ninguna negociación antes de que Aznar autorizara el contacto, celebrado en mayo de 1999.

En el caso de Zapatero, se llevaban años preparando con ETA la hoja de ruta. Mientras el PSOE firmaba con una mano el Pacto Antiterrorista, con la otra dialogaba con la banda. Antes del comunicado etarra de 2006, ya se estaba negociando a escondidas de los españoles. Y se estaba negociando políticamente, en dos aspectos: la ruptura constitucional y la anexión de Navarra. El 22 de marzo, ETA anunciaba la tregua. Para entonces, confesaron después los terroristas, ya lo tenía todo pactado con los socialistas, incluido el comunicado de Zapatero de febrero. De los tres presidentes, Zapatero buscó el diálogo con los terroristas con ahínco, González con poco entusiasmo y Aznar no lo hizo en ningún momento.

En segundo lugar, en cuanto al desarrollo, las negociaciones de los gobiernos de Felipe González con ETA entre 1987 y 1989 fueron un diálogo caótico. ETA exigía al Ejecutivo compromisos políticos para iniciar una tregua y el PSOE le pedía a ETA una tregua para alcanzar compromisos políticos. Entre medias, los etarras asesinaban. Ambos decían estar dispuestos a negociar políticamente. Pero no se ponían de acuerdo en si había que dejar de matar para hablar de política o si había que hablar de política para dejar de matar.

En el caso de Aznar, no hubo negociación. Sólo una reunión, donde quedó claro que el Gobierno no estaba dispuesto a hablar de política ni lo más mínimo –a diferencia de González. Durante la tregua, ETA se armó y el Estado prosiguió con la implacable persecución de terroristas que llevaba a cabo desde 1996. Si los etarras tenían la esperanza de que el PP negociara políticamente, ésta se esfumó tras la reunión en Suiza.

Zapatero negoció y pactó políticamente con la banda dos cosas: la superación del estatuto de Guernica y la progresiva asimilación de Navarra al País Vasco. En Argel, el PSOE no llegó a tanto y en 1998-1999, el PP se negó incluso a entrar a discutir esta posibilidad. Esto, además, se hizo en el más absoluto secreto: en el caso de González, se negoció tantas veces que algunas pasaron desapercibidas y otras no; en el de Aznar, la transparencia fue la norma fundamental. Es decir, de los tres, el único que negoció y pactó políticamente con ETA fue Zapatero. Aznar se negó, y González no llegó a dar el paso.

Por lo que se refiere a la finalización de las treguas etarras, la negociación de Argel dio paso a un rosario de contactos PSOE-ETA durante los noventa que no cesaron hasta la llegada del Partido Popular al poder en 1996. En el caso de la tregua de 1998, tan pronto como los etarras se dieron cuenta de que el Gobierno sólo esperaba su rendición incondicional y no les daría nada a cambio, rompieron la tregua. Con Zapatero, el fin de la tregua con el atentado de la T4 no impidió que los socialistas siguieran dialogando después; aún hoy, los dirigentes del PSE se han reunido con Otegi en la cárcel. Con González se negoció hasta el último día; con Aznar no se volvió a plantear, y con Zapatero parece que el PSOE sigue enganchado al diálogo con la banda.

El único que ha proporcionado una oportunidad a ETA ha sido Zapatero. Se saltó todos los límites, negoció políticamente y lo ocultó a los españoles. Ahora puede meter en el mismo saco los contactos de 1987, 1998 y 2006, pero lo cierto es que su caso es absolutamente distinto al de González; y respecto a Aznar, cualquier parecido de lo que ahora nos cuenta el Gobierno con la realidad es pura coincidencia.

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