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Democracia y totalitarismo

Del comunismo del partido de Llamazares recordaremos que es culpable del mayor número de crímenes de la historia. No nos cabe duda de qué quisieran hacer los herederos de Carrillo con todos los situados a su derecha, socialistas incluidos.

Si algo ha demostrado la historia del siglo XX, es que el término democracia es, más allá de un concepto teórico, una formula legitimadora. Mientras en Estados Unidos e Inglaterra la democracia suponía dejar al policía en la puerta de casa si no llevaba una orden de registro, o denunciarle por brutalidad, en Albania o la URSS la democracia suponía el registro nocturno, el gulag y el pelotón de fusilamiento. Es decir, el diálogo sobre la democracia carece de sentido si no se define en qué régimen e instituciones está uno pensando. La enseñanza es sencilla; casi todos los regímenes y proyectos se legitiman en la apelación a la democracia.

En España, a nosotros no nos cabe duda del carácter democrático de ERC, pero tampoco acerca del proyecto político que públicamente proponen y llevarían a cabo si gobernaran como quisieran hacerlo. Del comunismo del partido de Llamazares recordaremos que es culpable del mayor número de crímenes de la historia. No nos cabe duda de qué quisieran hacer los herederos de Carrillo con todos los situados a su derecha, socialistas incluidos. De los nacionalismos más moderados y antipluralistas de PNV y CIU, bastará con echar un vistazo al estado en que han sumido a nuestras dos comunidades tras veinte años de monopolismo, o leer qué futuro proponen el Estatuto y el Plan Ibarreche para vascos y catalanes. Eso sí, todos muy democráticos.

Y por supuesto, no nos cabe duda de que ETA asesina en nombre de la democracia, y mucho menos de que lo que Otegi, Ternera y Cheroki entienden por ella, lo que nos recuerda a Miguel Ángel Blanco o Ortega Lara. Del proyecto de democracia islámica que proponen los ideólogos yihadistas y sus terminales hispanas, tampoco nos cabe duda, trayéndonos a la mente Kabul, Bamiyán y las degollinas bagdadíes. Todos estos hablan también de democracia, pero con las manos embadurnadas de sangre.

Comunistas, nacionalistas, nacionalsocialistas o islamistas hablan de democracia, lo que nos parece muy bien; y lo que es mejor, no esconden en qué democracia están pensando, lo que a nosotros nos parece una pesadilla a medio camino entre Auschwitz y el Gran Hermano. A ellos les encanta, y ni siquiera nos ocultan lo que resulta evidente; sus proyectos democráticos son incompatibles con la democracia española actual. Democracia constitucional-pluralista, que reconoce la legitimidad de una pluralidad de grupos y partidos bajo el imperio supremo de la ley. Democracia que impera en Estados Unidos, Gran Bretaña, o Alemania y a la que quiso sumarse en 1978 España.

Pero recordemos que no es éste el tipo de régimen que proponen los socios que Zapatero ha elegido para la reforma constitucional; el PSOE debiera reconocer qué tipo de régimen quieren construir Puigcercos o Tardá, Llamazares o Imaz, por no hablar ya de Otegi y Josu Ternera. Grupos "democráticos" que tienen algo en común; su enemistad ideológica total hacia el constitucional-pluralismo vigente en Madrid, Londres o Paris. Pues bien, estos son los compañeros de viaje de Zapatero, aquellos con los que consensuar la reforma del régimen político español. ¿Hacia donde? No lo sabemos, pero sí sabemos que es un sitio en el que un español, un inglés o un belga jamás querrían vivir. Eso sí, tan democrático como China, Corea del Norte o Marruecos.

En España

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