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Deprimente Afganistán

La guerra a plazo fijo es siempre un plus de esperanza para el aguante del enemigo. No hay nada de esencialmente invencible en los talibán, como en otras muchas guerrillas, lo que está en juego es la determinación y el costo del esfuerzo.

Cuando los soviéticos estaban empantados en el país, alguien del equipo de Breznev dijo que lamentaba no haber leído el artículo Afganistán en la Enciclopedia Británica. Conmemorando el décimo aniversario de la entrada de tropas americanas un 7 de Octubre del 2001, a los 26 días del 11-S, el brillante general McChrystal, destinado hace menos de dos años a ganar la guerra, dijo que el conflicto se inició con una visión del país "terriblemente simplista...No sabíamos lo suficiente y todavía no lo sabemos... La mayor parte de nosotros, conmigo incluido, teníamos una visión muy superficial de la situación y de la historia".

La historia parecía decir que Afganistán era la tumba de los imperios, desde el de Alejandro Magno al soviético, pasando por el británico. Sin embargo, de manera casi unánime, la opinión americana exigía de sus responsables un castigo ejemplar a los perpetradores del mayor ataque terrorista de la historia, y Bush era un americano más que no necesitaba que nadie lo azuzase para lanzarse a la aventura. El gobierno de los Talibán se negó a entregar a los terroristas a los que daba amparo y se encontró con que con un puñado de tropas especiales de los ejércitos y de la CIA y los viejos superbombarderos B-51 en sobrevuelo continuo para acudir al instante a cualquier llamada, las fuerzas locales antitalibán, la llamada Liga Norte, a punto de ser derrotada, consiguió entrar en Kabul en cinco semanas. La retirada de mandos pakistaníes, de generales a sargentos, del ejército de los fundamentalistas islámicos que ocupaban el gobierno tuvo también mucho que ver con los sorprendentes sucesos que, de momento, daban un rotundo mentís a las lecciones del pasado.

Lo de los diez años es un tanto engañoso, porque lo que quedó de resistencia del régimen derrocado fue poco y la presencia de tropas dedicadas a darles caza tampoco fue muy importante mientras duró Irak. La nueva realidad política tenía el apoyo mayoritario de la población que participó con orgullo, a veces heroico, en las primeras elecciones, que los talibán quisieron impedir con sangre. Nunca derrotados del todo, los radicales islámicos comenzaron a resurgir de sus cenizas a partir de 2005, alentados por las dificultades americanas en Irak, de donde aprendieron la terrible táctica de los Artificios Explosivos Improvisados, y por las decepciones locales respecto a la ineficacia y corrupción del gobierno de Karzai.

Los aumentos de fuerzas de los últimos tiempos de Bush y del mandato de Obama siempre se han quedado cortos para el tipo de conflicto en el que están metidos y las características del país. La guerra a plazo fijo es siempre un plus de esperanza para el aguante del enemigo. No hay nada de esencialmente invencible en los talibán, como en otras muchas guerrillas, lo que está en juego es la determinación y el costo del esfuerzo. En estos momentos de pesimismo en gran parte auto-inducido, quizás el diagnóstico más realista es el del mismo McChristal: estamos "poco más que a mitad del camino".

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