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Derecho y política

Los secesionistas no están de acuerdo... hasta el día mismo en que logren su independencia, momento en que aplicarán con todo rigor el principio de la intangibilidad de las fronteras a las entidades territoriales que tengan dentro de los nuevos límites.

Probablemente haga falta ser un consumado jurista para no quedarse asombrado de las enrevesadas sutilizas de la "opinión consultiva" emitida por el Tribunal Internacional de la Haya el pasado jueves 22, a instancias de la Asamblea General, a su vez interpelada por Serbia. Nada de sentencia, y nada de referirse al hecho de la creación de un Estado independiente, ni al reconocimiento de tal Estado por 69 miembros de la ONU. Sólo si la declaración es o no conforme con el derecho internacional, que resulta serlo, porque los distintos documentos de Naciones Unidas sobre Kosovo no lo prohíben expresamente, y lo hubieran hecho si hubieran querido hacerlo.

La Asamblea General ha preguntado si la declaración de independencia es de acuerdo al derecho internacional... No se le pide al Tribunal que tome posición acerca de si el derecho internacional confiere un derecho positivo a Kosovo para declarar su independencia o, a fortiori, si en términos generales el derecho internacional confiere a las entidades situadas dentro de un estado el derecho a separarse de él unilateralmente. No nos lleva muy lejos. Las espadas siguen en alto respecto a lo sustancial y verdaderamente problemático. En efecto, no es lo mismo decir voy a matarte que matarte. Pero cuando hay un cadáver por medio, es cuanto menos curioso opinar judicialmente sobre el dicho y no sobre el hecho y su aceptación o rechazo por miembros de la comunidad concernida, que es la llamada "internacional".

Si vamos al hecho, la Carta de las Naciones Unidas es taxativa. Sólo los territorios que dependen de una metrópoli en calidad de colonias pueden satisfacer sus aspiraciones nacionalistas. Pero, recuperando los términos de la "opinión consultiva", las entidades situadas dentro de un Estado no gozan del derecho de separarse de él unilateralmente.

La ONU es un club de Estados soberanos, la inmensa mayoría de los cuales, si no todos, se consideran naciones, y no sienten la más mínima simpatía por los separatismos en su interior. Su carta fundacional refleja este sentimiento unánime. Naturalmente, los nacionalismos secesionistas no están en absoluto de acuerdo... hasta el día mismo en que hayan logrado su independencia, momento en que aplicarán con todo rigor el principio de la intangibilidad de las fronteras a las entidades territoriales o étnicas que tengan dentro de los nuevos límites que han conquistado. Por más, por ejemplo, que la zona Norte de Kosovo sea compactamente serbia y limítrofe con su madre patria, no les concederán el derecho de autodeterminación.

Y puestos a separar Kosovo del Estado al que pertenecía, más hubiera valido que se hubiese procedido a algunas amputaciones que lo hicieran más coherente y diesen algunas razonables satisfacciones a los perdedores. Habiendo roto un tabú por todos reconocido como un pilar básico del orden internacional, no se atrevieron a hacerlo dos veces de una sola tacada, aún cuando el resultado habría sido mejor. Proclamaron el carácter excepcional de la medida. Dos excepciones seguidas agujerean demasiado la regla. Sin embargo la regla tiene, en la práctica, bastante de colador, y la misma desintegración de Yugoslavia, o la de la Unión Soviética, proporciona numerosos precedentes o algo muy cercano. Claro que los juristas se pondrán tan estupendos como el propio Tribunal en su opinión consultiva y apreciaran infinidad de diferencias jurídicas. Pero de diferencias, precisamente anda el juego. Porque el nacionalismo es la exaltación de la diferencia. Una nación es tal en la medida en la que se siente distinta de las que la rodean. Y en esto las realidades son secundarias. Las percepciones lo son todo.

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