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El asalto político a la Guardia Civil

La fusión de los mandos de la Guardia Civil y del Cuerpo Nacional de Policía es sólo el primer paso; la integración total de ambos cuerpos en una policía civil al servicio del partido será sólo cuestión de tiempo

No por esperada es menos escandalosa la noticia del asalto político a la Guardia Civil. Era esperada porque el gobierno de la paz abomina de todo aquello que le recuerde, no ya la guerra, sino la propia institución militar. En el camino arrollador del gobierno de Zapatero, el carácter militar de la Guardia Civil molesta porque su progresismo ve en cada uniforme a un sospechoso. Para el pacifismo belicista de Zapatero, acabar con la Guardia Civil y su carácter militar ha sido siempre una obsesión ideológica. Esa es su paz.
 
Conviene recordar ante todo que la fusión de los mandos de la Guardia Civil y del Cuerpo Nacional de Policía es sólo el primer paso; la integración total de ambos cuerpos en una policía civil al servicio del partido será sólo cuestión de tiempo. En la recámara de este gobierno siempre ha estado acabar con la Benemérita, vía fusión con el Cuerpo Nacional de Policía, y someter a la policía al control escrupuloso de comisarios políticos del Gobierno. Y ello porque Zapatero ha desembarcado en la Moncloa con la pretensión de cambiar el régimen democrático español, y con el objetivo de controlar en su totalidad todos los resortes del Estado, incluidas principalmente las Fuerzas de Seguridad del Estado.
 
Este dominio total le es necesario ya a corto plazo. El carácter militar de la Guardia Civil y la excelente preparación y organización de sus miembros le han convertido en punta de lanza en la lucha contraterrorista. Sus miembros han soportado las dentelladas terroristas, y se han enfrentado directamente con los comandos etarras. Su historia reciente ha sido la de la defensa a ultranza del Estado de Derecho y del imperio de la ley ante ETA y ante el islamismo. Es decir, justo lo contrario que está haciendo Zapatero, que está pactando con ETA suavizar la lucha contra los asesinos de cientos de guardias civiles. Además, la obsesión de Rubalcaba por castrar la obligación lógica de la institución antiterrorista a investigar los pormenores del 11-M ha decidido al gobierno a iniciar ya la desarticulación de las Fuerzas de Seguridad.
 
Para desactivar toda lucha antiterrorista, el gobierno debe antes desactivar la Guardia Civil, y someter a sus miembros a la asimilación ideológica y a la sumisión al pactismo con ETA. Desde luego que Zapatero no paga así ningún precio político; la aniquilación de la Benemérita está en su política antimilitar y pacifista, y ahora sólo acelera, ante la presión de ETA y ante la obsesión ocultista respecto al 11M. Es parte del programa político de Zapatero de controlar férreamente todos los resortes de seguridad del Estado. Es el primer paso, pero no será el último.

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