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El pacto del sofá

La estrategia de Rajoy es apoyar el proceso pero al mismo tiempo marcar sus límites. Convertir al PP en una garantía para la sociedad española de que el presidente del Gobierno no hará ninguna locura.

Tras la reunión entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy hemos pasado del Pacto por las libertades y contra el terrorismo a un pacto del sofá. Rajoy, con buen criterio, pidió a Zapatero que para volver al Pacto por las Libertades sería pertinente convocar su comisión de seguimiento. El presidente prefirió un compromiso de mantener informado personalmente al jefe de la oposición. Pero nadie debería llevarse a engaño: el proceso que el presidente del Gobierno tiene en la cabeza no cabe en el Pacto por las Libertades, porque en ese pacto, se lea como se lea, no cabe una negociación con los terroristas como la que descaradamente pretende el presidente.

Rajoy y Zapatero decidieron además sustituir su agrio debate desde sus escaños por un debate más confortable en los sofás de Moncloa. Ambos pusieron el contador de los reproches a cero. Rajoy pasó por alto no sólo que no se le hubiera informado en dos años de los tejemanejes que se traía el presidente con ETA, sino que se le negara en varias ocasiones y en sede parlamentaria esas conversaciones e incluso se le calumniara diciendo que sí se le informaba. Rajoy decidió además olvidar que el Gobierno ya ha pagado un precio político a ETA por este comunicado, como contundentemente venía denunciando en los últimos meses.

Rodríguez Zapatero, por su parte, quiere una joint venture con el Partido Popular en esta operación. Primero porque es muy dudoso que pueda hacerla sin el PP. Será difícil que los terroristas accedieran a hacer un trato sabiendo que lo hacen sólo con la mitad de España. Segundo, porque la operación es de alto riesgo y es preferible compartir los costes. Tercero, porque si sale bien, el presidente sabe que el premio será esencialmente suyo.

Era muy difícil que el PP pudiera oponerse al "proceso de paz" en marcha tras la euforia desatada por el "alto el fuego" de ETA. La estrategia de Rajoy es apoyar el proceso pero al mismo tiempo marcar sus límites. Convertir al PP en una garantía para la sociedad española de que el presidente del Gobierno no hará ninguna locura. El problema es que Gobierno y oposición se encuentran tan divididos que ya no hablan el mismo lenguaje. Para Zapatero, "nación","autodeterminación", "precio político" o "estado de derecho" son términos relativos que pueden ser interpretados en cada momento según su conveniencia. Las líneas rojas trazadas por el presidente del PP son en realidad muy vadeables para el presidente del Gobierno. Un segundo problema con Rodríguez Zapatero es que nunca hace lo que dice y nunca dice lo que hace. El tercer problema de este presidente es que, a pesar de sus bonitas palabras, no ha cejado en su estrategia de aislar y destruir al Partido Popular. El sofá al que invita al líder de la oposición está en realidad sembrado de pinchos.

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