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Eterno retorno

Cuando uno tiene prisas por retirarse se muestra laxo en sus exigencias de calidad, y ese es el gran peligro que pende sobre los afganos.

Nos vamos, pero nos quedamos. Nos quedamos, pero nos vamos. Selecciónese la formulación que más se adecúe a los intereses y sentimientos de cada cual y todos relativamente contentos, la cumbre un éxito y cada cual a su lugar en la foto de familia, excepto Zapatero, que a poco que nos descuidemos aún lo está buscando. Dolorosa metáfora de la España que deambula por el mundo sin rumbo aparente ante la indiferencia de los demás. Éstos, los aliados de la OTAN y quienes han participado por estar presentes en aquel país, han llegado respecto a Afganistán al lugar de partida: inicio público y notorio del retorno de las tropas en 2011, pero retorno que durará en el tiempo lo que sea necesario para tratar de no abandonar a Karzai a su suerte. Estaremos mucho tiempo retirándonos, lo que dejará contentos tanto a los que exigen la retirada como a los que la temen.

"Reafirmamos nuestro apoyo al objetivo del presidente afgano, Hamid Karzai, para que las Fuerzas Afganas de Seguridad puedan dirigir y llevar a cabo las operaciones de seguridad en todas las provincias afganas al final de 2014", dice la OTAN. Ahora 2014 sustituye progresivamente a la de 2011, sin que ésta desaparezca del todo, porque fue Obama quien la consagró en plena efervescencia mundial del Premio Nobel de la Paz y en pleno funcionamiento del rodillo demócrata en el Capitolio. Pero cada vez está más claro que la necesidad electoralista de Obama se va convirtiendo en una marca propagandística alejada de las necesidades y logros sobre el terreno.

Ahora, poco a poco, parece que Petraeus va arrancando a Obama más tiempo. El presidente no ha dado su brazo a torcer sobre la tan cacareada fecha, pero el caramelo de un buen resultado militar es demasiado tentador. En este sentido, lo aprobado por la OTAN en Lisboa no es más que la adopción por parte de los aliados europeos de los planes norteamericanos. El problema vuelve a ser definir cuándo los afganos tendrán la capacidad de defenderse por ellos mismos, porque no está claro con qué criterios exactos se define esa capacidad, ni militares, ni humanos ni territoriales. Ni con qué criterios se define su defensa, ni siquiera quienes son "ellos mismos", dado el pavoroso problema con las lealtades que desangra a la policía y el ejército afganos.

Cuando uno tiene prisas por retirarse se muestra laxo en sus exigencias de calidad, y ese es el gran peligro que pende sobre los afganos. Un ejército con los suficientes medios humanos y militares, medianamente preparado y entrenado, y capaz de garantizar la seguridad y la defensa, tardará aún años en lograrse. El problema no es lograr 500.000 soldados afganos, sino en quiénes son, qué son capaces de hacer y dónde pueden hacerlo. Por mucho que los aliados se afanen ahora en reclutar y entrenar a toda prisa, el objetivo está demasiado lejano todavía, y de hacerse bien, se tardará aún mucho.

Junto a ese aspecto, el fundamental, orbitan los demás. Todos de acuerdo en que ganar en Afganistán es importantísimo, y que es aún más importante no perder la primera guerra en la que la OTAN participa, por cohesión interna y por legitimidad externa. Todos de acuerdo, pues, en que hay que mantenerse el tiempo que haga falta, que todos identifican con el menor posible; todos de acuerdo, también, en que hay que hacer el esfuerzo necesario para cumplir los objetivos, aunque todos miran para otro lado cuando hay que concretar esto en tropas sobre el terreno. En 2011 puede celebrarse la retirada, pero quedarán años de entrenamiento, y años de apoyo occidental a la lucha contra los talibanes. En verdad, la clave está en que si Occidente quiere cumplir de verdad sus objetivos, y no engañarse a sí mismo, puede anunciar a mediados de 2011 que sus tropas retornan a nuestros países, pero por las características de la labor que la OTAN se ha fijado, este retorno deberá ser eterno.

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