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Europeos en el país de los Soviets

Para Putin cualquiera puede ser un socio y cualquiera puede ser un adversario; los negocios son los negocios. Atrás quedó cualquier ideología y, como dice un eslogan no oficial, lo que es bueno para Gazprom es bueno para Rusia.

Ni el gas ruso, ni la carne polaca, ni la polémica estatua en Estonia han impedido que se celebre, como estaba previsto, la cumbre entre la Unión Europea y Rusia en Samara, junto al Volga. Pero nadie espera que se saque nada en claro del encuentro. Demasiado sobre lo que discutir y demasiado sobre lo que ponerse de acuerdo.

Europa está profundamente dividida con respecto a Rusia, que prefiere negociar con cada uno de los países por separado que con todo el grupo, y sacar provecho de sus relaciones especiales con determinados estados como Alemania y Francia. Europa como bloque teme a Rusia y teme a su mandatario, que después de siete años es una incógnita. ¿Es el salvador de la patria o un ex agente de la KGB que no ha renunciado a sus viejos métodos? ¿Es el artífice de una democracia que no ha existido jamás o es una dictadura enmascarada? Para Putin cualquiera puede ser un socio y cualquiera puede ser un adversario; los negocios son los negocios. Atrás quedó cualquier ideología y, como dice un eslogan no oficial, lo que es bueno para Gazprom es bueno para Rusia.

Europa compra a Moscú el 44% del gas natural que consume, un porcentaje que podría alcanzar el 80% en el caso de Alemania con la construcción del gaseoducto que atravesará el mar Báltico. La dependencia energética, el ingreso de Rusia en la Organización Mundial del Comercio, el escudo antimisiles norteamericano en la República Checa y Rusia, el anuncio de la moratoria al cumplimiento del Tratado de Armas Convencionales en Europa o la posición rusa sobre Kosovo e Irán han devuelto la vida a los nostálgicos de la Guerra Fría. Rusia emerge en los medios de comunicación como una renovada superpotencia.

Pero los grandes discursos de Putin desvían la atención sobre los numerosos problemas internos que acechan a los rusos. Una Rusia inestable es precisamente los que Europa debe temer, y no las amenazas de su presidente. El alcoholismo, el colapso del sistema de sanidad, el VIH, la tuberculosis y una de las esperanzas de vida más bajas del mundo han alimentado una catástrofe demográfica: la población se ha reducido drásticamente en los últimos ocho años y se espera que pronto esté por debajo de los 100 millones (EEUU ya ha superado los 300 millones).

Las exportaciones de energía y de armamento son la base de su economía, pero necesita grandes inversiones para mejorar sus obsoletas infraestructuras energéticas. Las crecientes desigualdades sociales, la corrupción, las continúas interferencias del Estado en la vida económica, la inconclusa cuestión chechena, el polvorín del Norte del Cáucaso, un creciente extremismo islámico entre la población rusa musulmana; todo ello describe a la verdadera Rusia, a la verdadera potencia. Que no se dejen engañar de nuevo.

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