Nuestro Gobierno no pierde oportunidad para situarse en el bando contrario a la defensa de la libertad. Podemos criticar su osadía, su caos, su sentido de la improvisación y su escasa profesionalidad, pero nunca su falta de coherencia. Saben quiénes son y adónde van. Siempre que pueden buscan la complicidad de dictaduras y regímenes poco ejemplares para tratar de contener los efectos de la libertad, bien en su faceta política, bien en su expresión económica.
Cuando Estados Unidos y las grandes potencias europeas mantienen el bloqueo a la venta de armas a China –preocupados por el carácter hegemónico de su política exterior, el continuo desprecio a los derechos humanos y su espectacular rearme– , el Gobierno español valora al posible aliado en la campaña contra la globalización democrática y el mercado para nuestros productos. Lo primero es lo primero.
Mientras nuestro Gobierno se distanciaba un poco más de la corriente mayoritaria en Europa, estallaba la crisis entre México y Venezuela a propósito del Tratado de Libre Comercio de las Américas. Tan claro está para muchos de nosotros que la democracia y los mercados abiertos están en la base de la prosperidad y la justicia en Iberoamérica, como para nuestro gobierno que hay que frenar ambas tendencias. Con quien se encuentra cómodo el Reino de España es con el eje Castro - Chávez – Maradona – Kirchner. Un estado que fue modelo de transiciones a la democracia, un país que ha presionado durante años para que se aplicara el Consenso de Washington, es ahora respaldo diplomático de una involución hacia la pobreza y la chabacanería. Si podíamos estar orgullosos de nuestra positiva influencia en la región y de los buenos resultados logrados en los últimos años, ahora tendremos que asumir nuestra responsabilidad en la marcha atrás que los nuevos dirigentes populistas promueven.