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Fontanería a mano armada

Pocas veces se han visto más a las claras sus carencias, puntos fuertes e intereses que en las últimas semanas en Baleares, donde se ha visto que a España le falta un ministro del Interior y le sobra un fontanero al frente de la Policía y la Guardia Civil

Ningún ministro del Interior tiene responsabilidad alguna en cualquier atentado o campaña de ETA. Pero esto es tan cierto como que todos los ministros llegan al Ministerio con unas prioridades, unos objetivos y una idea de qué hacer al frente de la cartera, que se transmiten al día a día. Y en esto Rubalcaba no es una excepción. Como todos, llegó en 2006 al Ministerio por algo, para algo y con una agenda determinada.

Fue nombrado en 2006 ministro de Interior para velar por el proceso de negociación de Zapatero con ETA desde un área delicada. Antes ya le había servido fielmente en los tres días de marzo de 2004, pilotando la campaña de agit-prop entre el 11 y el 14. Como ministro, durante los pactos ZP-ETA, fue un fontanero de lujo en las filtraciones, comunicaciones y utilización de las fuerzas de seguridad para apuntalar los apaños con ETA. Los tristemente famosos "informes de verificación" son ejemplo de este proceder, que alcanzó cuotas escandalosas con la legalización de PCTV o ANV, y delictivas con el asunto del bar Faisán, aun pendiente de resolver.

Pero sería injusto reducir su gestión al frente de Interior al pacto con ETA. Hay otros aspectos. En primer lugar, la gestión en el Ministerio está siendo la más conflictiva que se recuerde en muchísimos años, con unas tensiones internas, laborales y profesionales inauditas. Rubalcaba ha reintroducido el mérito político e ideológico en las FCSE, relegando el mérito profesional. Se ha ganado la desconfianza de sindicatos de todo tipo y condición, en Guardia Civil y Policía Nacional. Con Rubalcaba, el Ministerio está patas arriba, entre miedos, envidias, desconfianza y autoritarismo. Es el primer ministro del Interior de los últimos años de los que los agentes desconfían abiertamente.

En cuanto a la política de seguridad, desde la llegada del PSOE al poder en 2004 la delincuencia en España ha ido subiendo progresivamente. Rubalcaba ha sido incapaz de frenar esta tendencia. No sólo eso, sino que ha protagonizado dos escándalos mayúsculos: el primero, el falseamiento y la manipulación de las cifras sobre seguridad para presentarlas como un logro personal, maniobra en la que fue descubierto in fraganti. Y en segundo lugar, las directrices de caza y captura de inmigrantes ilegales –la "Operación Cacería"– maniobra anticonstitucional y antihumanitaria.

En cuanto a la política antiterrorista a partir de 2007, su trabajo al frente del Ministerio se caracteriza por la falta total de iniciativa. No se ha avanzado en la investigación e ilegalización de las formaciones etarras en los ayuntamientos. No ha habido un impulso a los medios tecnológicos en la lucha contra la banda, tanto en información como en operatividad. Tampoco ha habido un esfuerzo en seguir reforzando la seguridad de las instalaciones objetivo de la banda. A nivel internacional no ha habido ningún impulso en materia de acuerdos para la localización, detención y extradición de etarras. Tampoco se ha apoyado la acción de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado con reformas legislativas. Ninguno de los elementos con los que cuentan Guardia Civil y Policía Nacional para la lucha contra ETA ha sido aportado por Rubalcaba, que se limita a cumplir a desgana lo heredado en 2004 del Partido Popular.

Objetiva y desapasionadamente, no cabe duda: el ministro del Interior no realiza bien su trabajo. De hecho, cada vez que ETA atenta, tarda en reaccionar, se esconde varias horas. Le cuesta dar la cara. Esto contrasta con las actividades bastardas relacionadas con filtraciones, detenciones ilegales, escuchas o escándalos policiales, donde es ágil y eficaz. Los escándalos en los que se ve envuelto su Ministerio en Madrid, Valencia y Baleares muestran lo que queremos decir: iniciativa, rapidez, habilidad. Justo lo que le falta ante ETA. Rubalcaba no es un ministro de Interior, es un fontanero de lujo de Zapatero al frente de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que es algo distinto. Ahí están sus objetivos, sus preocupaciones y sus intereses.

Esto se ha puesto de manifiesto dramáticamente en Baleares. Mientras Rubalcaba balbuceaba en relación con ETA cosas como que "está más débil que nunca" o que los terroristas "pueden seguir aquí o haberse ido", la banda hacía explotar más bombas en la isla. Se ha mostrado torpe y lento en reaccionar. Lo cual pasaría desapercibido si no fuese porque casi al mismo tiempo, el ministerio montaba un show con los políticos del PP, esposados y paseados como animales de feria. Si en una parte de las islas los etarras burlaban a Rubalcaba, en la otra el ministro sacaba pecho mediático deteniendo a dos cargos populares. Para explicar esto sí estuvo raudo y eficaz, y se mostró tan habilidoso como en la noche del 13-M o como cuando amenaza a policías y guardias civiles.

Desgraciadamente, la derrota fulminante y total de ETA no está entre las prioridades de Rubalcaba, que está más ocupado en otras cosas. Pocas veces se han visto más a las claras sus carencias, puntos fuertes e intereses que en las últimas semanas en Baleares, donde se ha visto que a España le falta un ministro del Interior y le sobra un fontanero al frente de la Policía y la Guardia Civil.

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