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Iraquíes liberados y legítimos

Entre la minoría árabe suní son un 51% los que añoran el régimen baasista. Sólo un 51%, habría que decir, pues ellos fueron los beneficiarios del régimen y en su nombre los llamados insurgentes llevan a cabo la atroz campaña contra civiles

Diecisiete resoluciones obligatorias del Consejo de Seguridad no les bastaron a los defensores, lo quieran o no, de Sadam para legalizar, legitimar y justificar su derrocamiento. Dos mil no hubieran cambiado las cosas, puesto que de cortarle las garras al águila americana es de lo que se trataba; al infierno con los iraquíes, la ONU y el derecho internacional. Pero ni dos mil resoluciones ni otras tantas armas de destrucción masiva hubieran tenido la fuerza legitimadora que corresponde a la voluntad del pueblo sometido a la inhumana tiranía.

Desde el instante mismo de la caída del sátrapa hasta el día de hoy la opinión abrumadoramente mayoritaria ha sido nítida e inconmovible: celebran exultantes el destino del tirano y su régimen y no desearían seguir con él pese a las penalidades sin cuento padecidas desde su caída. Esa voluntad está sometida a la erosión del tiempo y los sufrimientos; quién sabe si la acción asesina de los amigos locales de nuestros izquierdistas llegará a destruirla. Si eso sucediera nos refregarían por la cara los resultados de las encuestas de opinión sobre los que ahora pasan como sobre ascuas, si es que pasan en absoluto, a diferencia del regodeo con el que se recrean cifras de muertos fantásticas, los macabros 600.000 que decuplican una realidad ya suficientemente trágica.

El pasado fin de semana se publicaron dos nuevas encuestas sobre lo que los iraquíes opinan. Una fue copatrocinada por la televisión americana ABC, la británica BBC y otras, y ejecutada por una firma americana y otra turca que trabajan juntas en Irak. La segunda se llevó a cabo por iniciativa de la propia empresa investigadora, la inglesa Opinion Research Business, también con experiencia en el área, que ha realizado la encuesta más amplia de la historia del país, con 5019 entrevistas. Tienen un alto grado de coherencia entre sí y respecto a todas las que se han llevado a cabo desde los primeros tiempos de la intervención, que no son pocas.

Los resultados son muy sorprendentes e incluso contradictorios, que no por recurrentes son más fáciles de explicar. Es la frustración de toda encuesta: ¿por qué piensan como piensan y como concilian opiniones aparentemente antagónicas? Las diferencias de civilización pueden dar cuenta de muchas de nuestras perplejidades. Con ellos es más fácil equivocarse que entenderlos. El irracionalismo iraquí, factor tan decisivo de todo lo que viene sucediendo, puede explicar otras. Y no se piense en prejuicios etnocentristas cuando hablamos de irracionalismo. Cada sociedad tiene los suyos y la nuestra también, como ponen masivamente de manifiesto los que desde esta parte del mundo hacen la guerra ideológica contra la liberación de los iraquíes, cosa que nuestros rojeras, más bien hoy día verderas, por su proislamismo, estarán dispuestos a corroborar diciendo lo propio de quienes defendemos dicha liberación.

No vamos a ocuparnos aquí de todos los puntos sobre los que han versado los cuestionarios. La coherencia con los trabajos precedentes de múltiples orígenes queda reflejada en el incremento gradual del pesimismo y las respuestas negativas. Lo sorprendente es que esa evolución está todavía muy lejos de tocar fondo y así por ejemplo sólo una cuarta parte de los iraquíes piensan que lo que están viviendo es una guerra civil. Lo relevante respecto al tema que hoy tratamos es que todavía el 49% prefieren las condiciones actuales a vivir bajo Sadam y sólo el 26% opinan lo contrario. Pero en Irak, las medias nacionales que no tienen en cuenta las diferencias étnico-sectarias son sumamente engañosas. Entre los mayoritarios árabes chiítas el 66% se quedan con el gobierno actual. Entre la minoría árabe suní son un 51% los que añoran el régimen baasista. Sólo un 51%, habría que decir, pues ellos fueron los beneficiarios del régimen y en su nombre los llamados insurgentes llevan a cabo la atroz campaña contra civiles de la otra gran rama del Islam.

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