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José Bono en el Caribe

las ONG a las que tanto ama el ministro no siempre están allí donde ni cuando se las necesitan y en numerosas ocasiones dependen de la cobertura militar para poder actuar

Al ministro de defensa español le gustan las apariciones melodramáticas. Hace unas semanas se plantó en Afganistán para demostrar que él está con las víctimas militares, aunque luego acabe responsabilizando sibilinamente al piloto del helicóptero siniestrado para no tener que cargar él con las suyas. Los últimos días se los ha pasado en Haití para comprobar la tarea que allí realizan nuestros infantes de marina, una ONG de uniforme como él mismo se encargó de subrayar en un reciente discurso en la Casa de América en Madrid.
 
En fin, entra en su sueldo este tipo de visitas, acompañado por su guardia pretoriana y fotógrafos gráficos que dejan constancia de la misma profusamente. De lo que no hay fotos es de la fiesta que aceptó durante el fin de semana, en la república vecina, la Dominicana, a cargo de un anfitrión especial, el cantante Julio Iglesias. Nada de extrañar, pues Bono ya había manifestado en su día que Julio Iglesias había servido de embajador de España, para él, en importantes misiones.
 
Todo esto no sería más que una anécdota si no fuera porque resuelta un espectáculo desalentador para muchos militares. No que Bono se divierta con quien quiera, que está en su derecho siempre que no malgaste fondos públicos, sino la constante manipulación política de las imágenes de las misiones militares. Que las condiciones militares de nuestros soldados en Haití contrasten con el lujo de Iglesias es lo de menos. Lo que importa es la explotación personal de la entrega desinteresada y voluntariosa de unos pocos y siempre de uniforme. Porque las ONG a las que tanto ama el ministro no siempre están allí donde ni cuando se las necesitan y en numerosas ocasiones dependen de la cobertura militar para poder actuar.

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