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La audacia de la ineficacia

A tres meses de la toma de posesión, el resultado de las medidas es escaso, pero se nos dice que hay que esperar. Extraño argumento de parte de quienes se pretenden keynesianos y que hace tres meses respondían que "a largo plazo todos muertos".

Reagan solía decir que la política era una actividad fabulosa, porque si tienes éxito puedes ser presidente y si no siempre puedes escribir un libro. La audacia de la esperanza de Obama merece ya una segunda parte.

La economía americana es de un dinamismo tal que acabará por despegar. Pero no será por exceso de políticas sensatas. 

Bernanke se empeñó desde el principio en la loable intención de que no se suicidara ningún banquero. Presentado como un gran estudioso de la gran depresión, se convirtió en el adalid de las compañías que son "demasiado grandes para quebrar", sea lo que signifique eso en el ordenamiento jurídico americano. Junto a esta medida de protección de los intereses creados que habían generado una parte sustancial de la crisis, Obama consideró oportuno acoplarle un denominado plan de estímulo y un presupuesto pródigo. Le criticaron: "¡Eso es gasto!" Y dijo: "Claro, qué cree que significa estímulo". El fruto ilegítimo de la coyunda fue un dispendio estratosférico que sólo se financiará con impuestos o deuda. A tres meses de la toma de posesión, el resultado de las medidas es escaso, pero se nos dice que hay que esperar. Extraño argumento de parte de quienes se pretenden keynesianos y que hace tres meses respondían con la boutade de Keynes: "a largo plazo todos muertos". 

Pero, materialistas de todos los partidos aparte, la economía ni es lo único importante, ni lo más importante. Obama ha vuelto a la capital del mundo libre después de una borrachera de cumbres. Todos le han recibido como una estrella y le quieren, le adoran: por joven, por elocuente, por el cambio con lo de antes... Más allá de esto y en relación con los intereses de los Estados Unidos, tan necesarios como contrapeso a los tiranos que acechan por todo el mundo, ¿cuál es el resultado?

En el G-20 había que gastar más para relanzar la economía. Europa dijo no. En la OTAN había que enviar más tropas a Afganistán: Europa dijo no. Había que reforzar la Alianza: Francia recién reincorporada a la estructura militar se dispuso a liderar el pilar de defensa europeo. Había que pedirle a Rusia que mediara con Irán para que no siguiera con su programa nuclear: Rusia dijo no, Ahmadineyad se despachó a cambio a gusto en la ONU. Había que eliminar las armas nucleares: Corea del Norte lanzó un misil de prueba. Siria, Arabia Saudí y Egipto observaron perplejos. Polonia y Chequia vieron revocarse un acuerdo de defensa antimisiles ya firmado por la vía de los hechos. Había que mejorar las relaciones con Cuba y Venezuela: Colombia, Panamá y Corea del Sur siguieron esperando el impulso de sus tratados de libre comercio. Se castiga la normalidad y se premian los números de circo demagógicos anti-imperialistas. ¿Es esta la señal correcta?

Pero Obama no era sólo eso, sino el cambio en el que se podía creer, el retorno de la moralidad y el ejemplo perdido, como en la mediática divulgación de algún memorando de la CIA, mientras se ocultan otros y se niega el habeas corpus a los detenidos en Bagram, Afganistán. ¿Qué hay de esto?

Se reimplanta la subvención de asociaciones abortistas en el exterior. Cuando ha evolucionado tanto la investigación con células adultas que hace innecesaria la que se realiza con células madre se subsidian con dinero público. Eso sí la única guía es la ciencia, no los dogmas intransigentes de los ignorantes. Y, por supuesto, ya no hay guerra contra el terrorismo, sino operaciones de contingencia exterior, directriz del Pentágono de por medio, y Guantánamo no es prisión sino mero centro de detención, con unos cuantos reclusos más que se quedan en Bagram.

Se oye mucho hablar de pragmatismo últimamente. No importan las teorías ni los dogmas, sólo importa que funcione. Bernanke decía cínicamente de la economía que no había ateos en las trincheras ni ideólogos en las crisis financieras. Según sus propios criterios, que no son los nuestros, ¿dónde está la eficacia de Obama? ¿En las ventas del próximo libro?

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