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La patética "solidaridad" española y europea

La concreción del número de tropas y de recursos se ha dilatado durante meses porque, por muy legítima que fuera la misión, no era capaz de despertar la menor compasión entre los socios europeos para que estos asumieran un mínimo coste material y humano.

En relación con Chad, hace unos meses Alonso lo tenía claro; ahora ya no tanto. Desde que en septiembre de 2007 el Consejo de Seguridad de la ONU avalara –bajo el capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas– el despliegue de una fuerza militar europea en Chad y la República Centroafricana (EUFOR CHAD/RCA), el ministro Alonso manifestó reiteradamente su "absoluta simpatía" por la nueva misión y su voluntad de participar en ella.

Para el ministro era simplemente una nueva oportunidad para hacer visible la aportación del Gobierno a una misión humanitaria de la ONU, de las que tanto le gustan a él y a Rodríguez Zapatero. Decidió contribuir con dos aviones de transporte logístico y humanitario, y con las tropas necesarias para su operatividad. Alonso afirmó que acudiría al Parlamento para pedir la preceptiva autorización. Pero se apuntó demasiado rápido a participar en el asunto. ¿Sabía en ese momento qué pasaba realmente en el corazón de África?

Miles de refugiados que huían de las matanzas en la región sudanesa de Darfur se atrincheraron en el este de Chad, un país donde grupos rebeldes luchan contra el ejército chadiano, con continuos estallidos de violencia entre comunidades, y donde además existe una férrea rivalidad con el vecino Sudán. En este entorno se estableció el despliegue de la EUFOR con el objetivo de proteger a los refugiados y desplazados, facilitar la prestación de ayuda humanitaria y la libre circulación del personal humanitario, y proteger al personal de Naciones Unidas.

Alonso, sin embargo, dijo que nada de tropas en el terreno porque, según sus propias palabras, consideraba que ya había realizado demasiados esfuerzos en África y que ahora tendrían que ser otros los que compensaran ese esfuerzo con una mayor implicación. No se sabe muy bien a que esfuerzos se refería Alonso, pero al parecer todos sus homólogos europeos pensaron lo mismo. Entre uno y otros han hecho lo acostumbrado: la concreción del número de tropas y de recursos se ha dilatado durante meses porque, por muy legítima que fuera la misión, no era capaz de despertar la menor compasión entre los socios europeos para que estos asumieran un mínimo coste material y humano.

La misión pudo arrancar finalmente en enero de 2008. Pero a unos días de su lanzamiento estallaba una nueva ola de violencia en Chad, y se paralizaba la operación. Y ahora Alonso dice que sólo acudirá al Parlamento cuando sepa cuáles son las condiciones exactas del área donde se desplegará la misión y, en particular, las condiciones de seguridad. "Hasta que eso no lo tenga claro y, por el momento, no lo tengo claro, no iré al Parlamento". Alonso aún no se ha enterado de que precisamente para eso nació la EUFOR: para crear las condiciones de necesarias de seguridad para que otros puedan repartir los alimentos.

Con un imprudente ataque de euforia, el ministro quería colgarse una medalla como embajador humanitario antes de dejar la cartera de Defensa. No le podía haber salido peor. Los rebeldes chadianos le han mostrado el verdadero papel que debe jugar EUFOR. Y entonces su filia por la misión se ha convertido en la fobia habitual de este Gobierno cuando de afrontar el riesgo se trata. Porque ni siquiera las misiones humanitarias son como él las ve en sus sueños.

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