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La proyección estratégica de la Guardia Civil

La Guardia Civil no irá finalmente a Irak, al menos en un número significativo. En plena ofensiva veraniega de ETA y con el problema acuciante de la seguridad ciudadana, el Gobierno ha decidido que no puede distraer un sólo efectivo de este Cuerpo para desplegarlo junto a las tropas españolas en Irak. Sin embargo, la presencia de la Benemérita junto a las unidades militares ha demostrado en los Balcanes ser un factor de seguridad añadido y ha permitido aportar a España una de las capacidades más relevantes para nuestros aliados, especialmente para Estados Unidos.

Los últimos conflictos han puesto de manifiesto que las fases de estabilización son más complejas y costosas que las de combate. La superioridad tecnológica y doctrinal de los ejércitos aliados ha logrado victorias rápidas y limpias. Sin embargo, los problemas no acaban con la derrota de un régimen determinado, ya sea el de Milosevic, el de los Talibán o el de Sadam. Garantizar la seguridad en la etapa post-conflicto resulta aún más difícil que derrotar a las unidades combatientes durante la guerra.

Para este tipo de misiones, fuerzas de seguridad de naturaleza militar, como la Guardia Civil, resultan instrumentos preciosos. Las Fuerzas Armadas, equipadas y adiestradas para el combate, no tienen las capacidades adecuadas para hacer frente a este tipo de situaciones, como altercados con la población civil o la actuación de bandas organizadas de criminales. Las policías civiles carecen a su vez de la capacidad de proyección y supervivencia que se requiere, al menos en las primeras fases post-conflicto. Son fuerzas intermedias como los gendarmes franceses, los carabineros italianos o los guardias civiles españoles los que mejor se adaptan a estas misiones.

La disponibilidad de este instrumento aportaba además a España un valor estratégico añadido a las capacidades de combate de nuestras Fuerzas Armadas. En este sentido, las peticiones a nuestro Gobierno para que guardias civiles se incorporen a los distintos escenarios de conflicto han sido persistentes por parte de la Administración norteamericana.

Pero además, la Guardia Civil podía aportar en este caso un complemento de autoprotección a nuestras tropas que se va a echar de menos si la situación en Irak se complica. Los soldados españoles harán un gran papel en Irak y no cabe dudar ni de su preparación ni de su profesionalidad. Pero lo delicado de esta misión hacía especialmente aconsejable que hubieran contado con la experiencia de los guardias civiles para hacer frente a la amenaza terrorista.

El Gobierno debería plantarse por tanto aumentar las reservas de unidades especializadas de la Guardia Civil para poder en el futuro atender estas misiones internacionales sin que ello comprometa la seguridad en nuestro propio territorio.


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