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Las armas de destrucción masiva de Zapatero

Zapatero y sus correligionarios del PSOE se han abalanzado sobre las declaraciones del ex-jefe de inspectores de la CIA en Irak, David Kay, de que no se han encontrado armas de destrucción masiva en Irak para acusar a Aznar y al gobierno del PP de haber manipulado y mentido a la opinión pública y haber contribuido a una guerra que no era necesaria. Zapatero sufre de amnesia aguda. Es verdad que Aznar afirmó creer que Saddam contaba con esos sistemas no convencionales, pero si eso era mentir, Zapatero y su gente también mintió.
 
Por ejemplo, un indiscutible líder socialista, Javier Solana, afirmó en una rueda de prensa tras su visita a la sede de la OSCE en Viena, el 26 de septiembre de 2002: “No tengo necesidad de escuchar a Tony Blair para estar convencido de que existen armas de destrucción masiva en Irak y debemos hacer todo lo que esté en nuestro poder para destruir esas armas”.
 
La Internacional Socialista aprobó una resolución con el voto expreso de los representantes españoles los días 20 y 21 de enero de 2003, en la que pedía más tiempo para los inspectores de UNMOVIC, pero en la que también explicitaba que “la Internacional Socialista subraya que la misión debe lograr el desarme total de las armas de destrucción masiva químicas, bacteriológicas, radiológicas y nucleares con el fin de remover toda amenaza al pueblo iraquí y a la región”.
 
Tras la presentación de Blix y Al Baradei al Consejo de Seguridad, el 5 de febrero de febrero del año pasado, simultánea a la comparecencia de Aznar en el Congreso de Diputados, el propio Zapatero no sólo nunca dudó de la existencia de las hoy criticadas armas de destrucción masiva, sino que, desde la tribuna de oradores –tal como consta en el diario de sesiones de esa fecha– afirmó rotundamente que lo importante era desarmar a Irak. No denunció la mentira de la que hoy habla. Un día después, de nuevo Javier Solana, dijo que “Saddam Hussein está ocultando materiales que son peligrosos y, por tanto, esta situación no puede continuar”. Sobre las denuncias a Estados Unidos por haber suministrado armas biológicas a Saddam en los 80, como sostuvo Narcís Serra durante la presentación en Madrid del libro Las paradojas del Poder Americano de Joseph Nye, en marzo pasado, más vale olvidarse directamente.
 
La cuestión es que Zapatero y sus seguidores no pueden demostrar en ninguna circunstancia pública que ellos pusieran en cuestión la posesión por Saddam de las armas de destrucción masiva y que cuanta ocasión pública tuvieron para criticar esa idea la desperdiciaron, apoyando siempre el desarme de Irak. La pregunta, por tanto es, ¿si sabían que no existían, por qué no lo dijeron en su momento? ¿Y si creían que sí existían de verdad, por qué se asombran ahora de que también el Gobierno lo creyera?
 
La respuesta es muy simple. Zapatero cree que las armas de destrucción masiva de Saddam son, en nuestro caso, armas de destrucción política de Aznar y, de paso, del PP. Pero puede que se equivoque, como ya hizo con las municipales, y la destrucción política resultante de las urnas sea la suya. Al tiempo.

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