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Las armas de la demagogia

El PSOE ha resucitado el debate sobre las causas del conflicto en Iraq en un intento desesperado por apartar la atención pública de sus propios problemas. Zapatero pretende así generar con las supuestas armas químicas de Sadam Hussein una cortina de humo con la que tapar la vergüenza de mantener un pacto en Cataluña con un partido que defiende el dialogo político con los terroristas. Resucitar el fantasma de la guerra tendrá sin embargo poco rédito electoral. En todo caso, los ciudadanos estarán interesados en saber qué propone el PSOE para lograr hacer de Iraq un país libre, en paz y prospero. Y a tenor de lo que dicen algunos de sus dirigentes, parece que su idea sería devolver el poder a Sadam.
 
Todos, incluyendo al propio Zapatero, nos equivocamos al valorar el potencial iraquí de armas de destrucción masiva. Es más, buena parte de la oposición de los socialistas españoles a la intervención militar se basaba en la posibilidad de que ese conflicto provocase el uso de esas armas y pudiera provocar miles e incluso millones de muertos. La realidad es que el conjunto de la comunidad internacional, incluida la ONU, erró al sobrevalorar esas capacidades,  pero en lo que no nos equivocamos fue en la voluntad de Sadam de burlar la legalidad internacional y de seguir desarrollando en secreto esos programas prohibidos.
 
En Estados Unidos y en el Reino Unido hay ahora un debate sobre la eficacia de sus servicios de inteligencia para medir esa amenaza. Es un debate interesante porque buena parte de nuestra seguridad descansa en la capacidad de nuestra inteligencia para identificar y evaluar las amenazas futuras. Pero en España ese debate carece hoy de sentido porque nuestro servicio no elaboró informes propios sobre la existencia de armas de destrucción masiva. El debate en nuestro país debería ser por tanto sobre cómo podemos potenciar a nuestro CNI para que en el futuro tenga la posibilidad de predecir con eficacia y rigor los riesgos que se avecinan. Pero sobre eso no hemos escuchado una palabra de ningún líder socialista.
 
En todo caso, no hay que manipular los términos del debate. La intervención en Iraq no estaba justificada por la mera existencia de esas armas. Francia, China, Rusia y otros países tienen un importante arsenal nuclear y nadie se plantea desarmarlos, menos aún por la fuerza. La intervención en Iraq se justificó en todo momento por la voluntad de Sadam Hussein de violar la legalidad internacional expresada en múltiples resoluciones de Naciones Unidas. Lo peligroso no eran sólo las armas, el peligro principal era el propio Sadam. El régimen Baas constituía no sólo una amenaza cotidiana y sangrienta para los iraquíes, no sólo un factor de inestabilidad para toda la región de Oriente Medio, sino en la nueva dimensión del terrorismo internacional, era una amenaza para la seguridad global en el mundo. Hoy esa amenaza ha desaparecido y todos deberíamos alegrarnos de ello aunque nos enfrente a nuevos desafíos.
 
Podemos seguir por tanto enredados en las causas de la guerra, pero nos tememos que hoy es un debate estéril al que los ciudadanos prestarán poca atención. Lo importante ahora es el futuro de Iraq. En este punto, como en tantos otros, el PSOE tiene una posición sumamente ambigua. Muchos socialistas, incluido su líder alternativo, piden abiertamente el regreso de las tropas españolas. Zapatero calla. No pide que vuelvan, pero tampoco dice que se queden. No hay criterio definido. Depende.
 
En Iraq se vive una situación difícil. La resistencia de los antiguos tiranos y la presencia de terroristas importados han creado una situación de gran inseguridad en el país. Mantener unida una nación de la complejidad étnica, social y religiosa de Iraq tampoco es tarea simple. Reconstruir un país destrozado no por semanas de guerra, sino principalmente por muchas décadas de totalitarismo y opresión, es una labor inmensa.
 
Pero no tenemos otra opción que perseverar en nuestro empeño por lograr un Iraq libre, próspero y seguro. No es sólo un imperativo moral, una deuda que debemos saldar con un pueblo durante décadas dejado al capricho de uno de los tiranos más sanguinarios de la historia, es también una cuestión de supervivencia. Sólo el triunfo de la libertad podrá derrotar definitivamente al terrorismo. Por eso necesitamos tan esencialmente que la democracia triunfe en Iraq. Ese es ahora el verdadero debate.

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