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Líbano bajo amenaza

Es el momento de hacer llegar al gobierno de Damasco un mensaje claro sobre los riesgos que correría de dar tal paso. Sólo con amenazas claras y directas, que no permitan equívocos, podremos evitar la reapertura del frente libanés

Vamos a suponer que es verdad y que ante la presión del pueblo libanés, dolido por el asesinato de una de sus figuras políticas más carismáticas, ante la unión de europeos, rusos y norteamericanos en la demanda de que tienen que retirar sus tropas del país del cedro, ante el discurso amenazante de un Washington respaldado por un extraordinario contingente humano desplazado en espacios limítrofes, Siria accede a devolver la soberanía a los libaneses ¿cuál será su siguiente movimiento?
 
Es evidente que en el medio y largo plazo el régimen de Damasco no va a renunciar a la incorporación del Líbano. Ésta es una antigua ambición bien arraigada en sus elites dirigentes. Líbano es un invento francés para crear un estado cristiano, cuando la mayoría de la población era efectivamente de este credo. Siria, la otra parte, no lo ha acabado de aceptar, en un interesante paralelismo con lo sucedido en la Cisjordania. La historia reciente nos puede dar unas pistas sobre sus pautas estratégicas.
 
Cuando se creó Israel, Siria se sumó a las grandes coaliciones de estados árabes decididas a terminar con este minúsculo estado. Los fracasos se sucedieron, hasta que llegaron al convencimiento de que por medios convencionales sólo acumularían más y más humillación. La nueva estrategia fue la guerra de desgaste mediante acciones terroristas. Israel no tendría un momento de descanso, viviría en el acoso permanente hasta que su debilidad abriera nuevas expectativas. Mientras tanto, los grupos más extremistas instalaron sus cuarteles generales en Damasco y, desde allí, hostigaron a Israel y boicotearon cualquier intento de avance hacia la paz. Los judíos lo han venido sufriendo, pero la peor parte ha recaído sobre el pueblo palestino.
 
Cuando la coalición internacional invadió Irak y depuso al régimen baasista, Siria acogió a parte de sus dirigentes y medios para, a continuación, facilitar la formación de la “insurgencia”. Se trataba de impedir la estabilidad de Irak, su reconstrucción política y económica. El triunfo de la democracia en un país árabe y, consiguientemente, el éxito de la diplomacia norteamericana en el área suponía una gravísima amenaza a los intereses de la oligarquía vinculada a los Assad. Había que impedirlo por todos los medios, incluida la guerra civil. De nuevo, los intereses de Siria se asociaban a la desestabilización de un estado vecino, a costa del bienestar de un pueblo que ha demostrado al mundo su disposición a sacar adelante un régimen democrático.
 
Walid Phares, un analista de la washingtoniana Foundation for the Defense of Democracies, ha escrito un interesante artículo sobre el futuro inmediato del Líbano que, a la vista de la historia reciente, tiene horribles visos de verosimilitud. Si el argumento fundamental para justificar su presencia ha sido la imposibilidad de las distintas comunidades para encontrar una vía de convivencia, en los próximos meses veríamos a sus servicios de inteligencia, muy presentes en el Líbano, preparar un nuevo estallido de la violencia que imposibilitara su pleno acceso a la normalidad democrática y abriera el frente terrorista. Con Palestina-Israel, Irak y Líbano en llamas, para muchos dirigentes sirios se darían las condiciones para lograr la retirada de Estados Unidos y, con ella, la garantía de pervivencia de su corrupta e incompetente dictadura.
 
Es el momento de hacer llegar al gobierno de Damasco un mensaje claro sobre los riesgos que correría de dar tal paso. Sólo con amenazas claras y directas, que no permitan equívocos, podremos evitar la reapertura del frente libanés. Ese pueblo ha sido un ejemplo en la región, sufrió mucho como consecuencia de la intromisión de palestinos y sirios en sus asuntos internos y merece nuestro apoyo y solidaridad.
 
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.

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