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Llegó el momento de los iraquíes

Irak está a punto de iniciar una nueva fase en su complejo proceso de reconstrucción política. El esfuerzo conjunto de Estados Unidos, Naciones Unidas y los partidos reconocidos iraquíes, tras difíciles sesiones de negociación, han acabado de dar forma a la estructura política que recibirá del Virrey Bremer las competencias propias de un estado soberano, con la misión de dirigir su país hasta la celebración de unas elecciones generales, que deberán dar a su vez paso a un Gobierno libremente elegido.
 
La nueva fase nos llega cargada de esperanzas y temores. Las primeras giran en torno a la asunción por el pueblo iraquí de las decisiones fundamentales sobre su propia convivencia. Reconstruir un país y establecer una democracia exigen, sobre todo, el autogobierno. Sólo los iraquíes pueden acabar definitivamente con el terrorismo y establecer, de forma solvente, las reglas de su estado de derecho. Una de los problemas más importantes que hemos encontrado en los últimos meses es cierta falta de voluntad ciudadana, en especial en la zona sunita, a colaborar en la persecución de los violentos. Para muchos, al fin y a la postre, éstos son iraquíes y los otros no. Más aún, unos son creyentes en la fe verdadera y los otros “cruzados”. Con un gobierno iraquí, representativo de un amplio abanico de fuerzas, la movilización de la sociedad en pro de su propia reconstrucción podrá ser mayor, el proceso irá ganando credibilidad y la democracia comenzará a ser viable.
 
Por el contrario, la nueva fase generará, con mucha probabilidad, más violencia. En los últimos meses hemos visto cómo las acciones de fuerza se dirigían, de forma creciente, contra dirigentes políticos o responsables de la seguridad iraquíes e, indiscriminadamente, contra la población civil. Como hemos repetido en anteriores ocasiones, la razón de ser de la acción terrorista ya no es la victoria militar sino el éxito o el fracaso de la reconstrucción política. La conversión de Irak en la primera democracia árabe sería una catástrofe para baasistas, islamistas de Al-Qaeda y chiítas radicales. En el primero de los casos, por pérdida definitiva de influencia política, en el grado y la forma de décadas precedentes. En el segundo y tercero, por enraizamiento de una cultura política, el liberalismo, que consideran una amenaza para su forma de entender el Islam. Para ellos la agresión fundamental de la coalición aliada no es tanto la campaña militar como el intento de imposición de una democracia, de unos valores que actuarían como un cáncer en la sociedad musulmana. Por eso harán todo lo que esté en su mano para impedirlo. Cabe así esperar un incremento de las acciones terroristas dirigidas contra los iraquíes dispuestos a colaborar en esta empresa, contra estados o entidades que apoyen el proceso y contra la población civil, para crear una situación de caos que aborte la constitución de un estado de derecho y cree las condiciones para un proceso revolucionario de características islamistas.
 
Lo peor puede estar por llegar, pero en esta ocasión deberán ser los propios iraquíes los que asuman las máximas responsabilidades, con la colaboración de todos aquellos que se han involucrado voluntariamente en dar la oportunidad al pueblo iraquí de vivir en libertad.
 
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos.

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