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Lo que no sabemos

Un error de cálculo por parte de cualquiera de los dos bandos podría tener desastrosas consecuencias.

Un error de cálculo por parte de cualquiera de los dos bandos podría tener desastrosas consecuencias.

Nadie tiene ninguna seguridad sobre lo que vaya a hacer Kim Jong Un. En tres meses, ha lanzado cohetes de largo alcance, ha realizado test nucleares bajo tierra, ha abandonado el armisticio de 1953 y ha amenazado con un ataque contra Estados Unidos (aunque según los expertos no tiene aún capacidad para ello, pero sí para alcanzar a las tropas norteamericanas desplegadas en Corea del Sur y Japón). También ha renovado la retórica norcoreana y ha pasado de amenazar con convertir el sur de la península en un mar de fuego a "romper la cadera del insensato enemigo, cortarle la tráquea y enseñarle lo que es una guerra de verdad".

¿Por qué una retórica tan combativa? A pesar de su hermetismo, suponemos que Pyongyang no está satisfecha con la condena recibida en el Consejo de Seguridad de la ONU tras su test nuclear de febrero. Tampoco con los continuos ejercicios militares de Estados Unidos y Corea del Sur, aunque sean los rutinarios de todos los años, de los que el vecino del norte se queja repetidamente. Hay que añadir la juventud e inexperiencia de Kim Jong Un, que trata desesperadamente de alcanzar cierta reputación justo cuando se cumple el sesenta aniversario del final de la Guerra de Corea y cuando la ONU está a punto de crear una comisión de investigación sobre los derechos humanos en su país.

Al principio de esta última escalada muchos sentían una especie de déjà vu, pero esta vez hay algo diferente. El hecho de que hasta los rusos, en boca de su ministro de Exteriores, Lavrov, muestren su preocupación da que pensar, sobre todo porque se supone que Moscú tiene mucho más conocimiento sobre Kim Jong Un que el resto de potencias.

La intensidad norcoreana ha sido contestada por Washington, como no podía ser de otra manera. Primero con una demostración de fuerza militar, enseñando públicamente y por primera vez el vuelo de los bombarderos B-2 y después firmando un acuerdo con Seúl que establece un plan de contingencia en el caso de que Corea del Norte realice una incursión o un ataque contra su vecino meridional. Son medidas de disuasión que deberían obligar a Pyongyong pensárselo dos veces antes de la próxima provocación. Pero sobre todo es una reafirmación de la alianza de Estados Unidos con Corea del Sur: el primero quiere demostrar a la segunda que siempre podrá contar con él.

A pesar de que, según Washington, Corea del Norte no acompaña sus amenazas con acciones militares que la respalden, el ambiente es tan tenso y hay tantas cosas que aún se desconocen, que podría producirse un error de cálculo por parte de cualquiera de los dos bandos, con desastrosas consecuencias. Éste sería el principal peligro.

La buena noticia es el anuncio de la renovación de parte del Gabinete de Kim Jong Un, supuestamente a fin de aplicar reformas económicas. Un paso cuyo razonamiento lógico indicaría un alejamiento de las peligrosas tácticas militares. Aunque con este líder nunca se sabe.

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