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Los helicópteros de Bono

el ministro Bono no quiere que en su inminente visita a Washington, los americanos le pidan una mayor contribución en Afganistán y, sobre todo, esos helicópteros que nunca llegaron pero que tan rápidamente ordenó desplegar para el Tsunami

El Ministro de defensa Bono sigue obsesionado con la seguridad de los vuelos que realizan nuestros militares. Nada que objetar. Sólo que muchas veces parece que está más motivado por salvaguardar su imagen, para la que un accidente como la del Yak resultaría más que dañina –sobre todo después de haber utilizado tanto y tan intensamente dicho accidente– que por la seguridad propiamente dicha de nuestras tropas.
 
Por ejemplo, su reciente decisión de dejar en tierra a gran parte de la flota de helicópteros del Ejército de Tierra, que se ha justificado por la ausencia de los debidos permisos de vuelo y la necesidad de proteger la seguridad de los mismos, se ha vendido públicamente como una medida que impedirá males mayores. Lo que no se dice es que está complicando sobremanera la vida del contingente español en Afganistán integrado en la misión ISAF que comanda la OTAN en ese país.
 
A petición de Washington, España no se llegó a retirar de Afganistán como hizo de Irak y aunque tampoco aumentó su despliegue en la zona (algo menos de 500 efectivos) se comprometió a cambiar su zona de responsabilidad y asumir la carga de liderar una unidad de reconstrucción (PRT) alejada de Kabul. Para la misión y la orografía del país, los helicópteros eran un medio necesario. De hecho, los americanos y la OTAN ya habían presionado para que helicópteros españoles se desplazaran al teatro de operaciones, sin éxito. Pues bien, nuestras tropas se han quedado sin la ayuda de los helicópteros de transporte pesado, los Chinook, con una carga teórica de 10 toneladas y capacidad para trasladar a 40 personas. Es verdad que mientras los Chinook sigan en tierra la agrupación en ISAF puede emplear los de transporte medio, los Cougart de fabricación francesa. Pero este modelo presenta más inconvenientes que ventajas. Para empezar, su capacidad de empuje es poco apropiada para el terreno Afgano. De hecho, para poder volar allí se ve obligado, por la altura y la fineza del aire, a reducir su carga útil. Y para resultar seguro en lugar de transportar a 23 personas, tiene que limitarse a tan sólo una decena.
 
Se ha dicho que el problema de los permisos es una cuestión administrativa. Pero a lo mejor es que el ministro Bono no quiere que en su inminente visita a Washington, los americanos le pidan una mayor contribución en Afganistán y, sobre todo, esos helicópteros que nunca llegaron pero que tan rápidamente ordenó desplegar para el Tsunami.

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