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Luces y sombras

Erdogan recibió en 2010, en Trípoli, de manos del jefe de Estado libio el Premio Gadafi a los Derechos Humanos, y ahora como miembro de la Alianza está dando pasos para comprometer a su país en un esfuerzo multinacional que quisiera rápido e inocuo.

Mientras que para los yihadistas salafistas su papel en la arena mundial está claro –sólo prevén vencer o morir en su particular guerra total contra apóstatas y contra infieles–, los islamistas que juegan a la política, los moderados al decir de muchos, tienen ante sí oportunidades unos y dificultades otros, sobre todo en el escenario que ofrece el convulso mundo islámico actual.

En Egipto, los Hermanos Musulmanes que lidera Mohamed Badie están muy solicitados, siendo para cada vez más analistas los verdaderos ganadores del proceso iniciado el 25 de enero que logró desplazar del poder al presidente Hosni Mubarak. El regreso al país del predicador Yusuf Al Qaradawi, para algunos un predicador moderado y en realidad un radical con algunas pinceladas de moderación, y su baño de multitud en la Plaza Tahrir –al que siguió la emisión de una "fatua" condenando a muerte al Coronel Muammar El Gadafi y a los suyos– permite visualizar mejor a ese islamismo que está ahí aunque algunos no quieran verlo.

En Jordania, el Gobierno creó una Comisión de Diálogo Nacional el 14 de marzo, invitando a 52 personas para trabajar juntas en aras a diseñar reglas de funcionamiento político para el futuro. El rechazo a participar en ella de los cuatro islamistas del Frente de Acción Islámica invitados pone en evidencia a quienes se dicen actores moderados y constructivos para distinguirse de un islamismo radical que ha dado a luz a terroristas tan siniestros como Abu Mussab Al Zarqawi.

En Marruecos, los islamistas de Justicia y Caridad –ilegales pero tolerados como los Hermanos Musulmanes egipcios–, empiezan poco a poco a hacerse visibles en el proceso de protestas que se iniciara el 20 de febrero, pero lo hacen con prudencia para no provocar una reacción represiva por parte del régimen. La incorporación oportunista de los islamistas legales del Partido para la Justicia y el Desarrollo (PJD) a las movilizaciones más recientes –cuando ya prácticamente todos los actores políticos y sociales habían mostrado su presencia–, y para evitar que Justicia y Caridad les robe protagonismo, les pone en evidencia. Pero en cualquier caso unos y otros dan muestras de entreguismo según argumentan los yihadistas salafistas de Al Qaida del Magreb Islámico: el emir de este grupo llamaba a los manifestantes que acababan de hacer huir al presidente Ben Alí, el 14 de enero, a enviar a sus hijos a entrenarse con Al Qaida para luchar contra judíos, cruzados y sus aliados los servidores de regímenes represivos como el tunecino.

Pero si hay una formación islamista que está pasando dificultades en el contexto actual esa es el AKP de Recep Tayyip Erdogan y de Abdullah Gül, respectivamente primer ministro y presidente de Turquía. El pulso que desde su subida al poder en 2002 han mantenido estos dirigentes con las Fuerzas Armadas y con sectores laicistas y republicanos turcos habrá sido duro, indudablemente. Pero más lo va a ser ahora tener que compaginar su islamismo nunca ocultado –y de hecho están logrando hacer pasar leyes islamizadoras sin descanso– con su papel al frente de un Estado que es miembro de la OTAN y que mantiene aún una relación estrecha con Israel. Erdogan recibió en 2010, en Trípoli, de manos del jefe de Estado libio el Premio Gadafi a los Derechos Humanos, y ahora como miembro de la Alianza está dando pasos para comprometer a su país en un esfuerzo multinacional que quisiera rápido e inocuo pero que sólo es lo que puede ser. Por otro lado, el rebrote del terrorismo en suelo israelí va a reavivar a buen seguro las dificultades vividas en 2010 con motivo del affaire de la llamada "Flotilla de la Libertad" que desde Turquía salió para violar el embargo naval sobre Gaza.

Volviendo al principio de nuestro análisis para terminarlo, la confusión actual podrá servir tanto para dinamizar a los islamistas radicales como, de paso, para obligar a los que se presentan como moderados a mostrar sus cartas. siguen estando ahí, y ambos son un problema.

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