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Moratinos o la insoportable soledad de España

La diplomacia no es la profesión más antigua del mundo, pero se le parece mucho. La frase es de Ronald Reagan y parece haberla asumido plenamente el ministro de asuntos exteriores, Miguel Angel Moratinos: para él, el éxito está en fingir. Sus declaraciones sobre el supuesto papel central de la España de Zapatero para la decisión del Consejo de Seguridad sobre la transferencia de soberanía a los iraquíes sólo puede entenderse en esa concepción suya de la política como el arte del engaño, algo a lo que debe estar muy acostumbrado dada su experiencia en el mundo árabe.
 
La oposición debería pedir la comparecencia urgente de nuestro recién estrenado embajador en la ONU, Juan Antonio Yánez, para que explique sus tejemanejes para hacer pasar por el aro a los Estados Unidos y a los otros 13 países que se sientan en el Consejo de Seguridad, con tamaño éxito: lograr una resolución que su jefe de gobierno negaba hace semanas y que, para más INRI, no hace suyas ninguna de las condiciones fijadas por Zapatero. Algo, al parecer, irrelevante habida cuenta de que nuestro embajador en la ONU se lució levantando su brazo para dar el voto positivo a la nueva resolución.
 
La verdad, sin embargo, es bien distinta: España está sola. Con los Estados Unidos de Bush no se habla. Rumsfeld no quiere volver a encontrarse con Bono y como Condoleezza Rice le soltó al embajador Casajuana, en una cena en Berlín, “no tenemos de qué hablar. Si quieren ser constructivos sería mejor que comenzaran a dar pruebas de ello”. Esa es la realidad de una relación que según Moratinos va bien. Claro que lo peor es que a Zapatero no parece importarle. Tiene la intuición de que Bush no va a ser reelegido y cree que de aquí a Kerry se puede permitir cuanto quiera. Lástima que el senador Biden le dijera a Moratinos, en su periplo por Washington de hace un mes, que el gobierno español ha hecho cosas que costará mucho olvidar. Y eso que Biden es un demócrata de los de Kerry.
 
Tal es la soledad de España, incluso entre los supuestos aliados de Zapatero europeos, Francia y Alemania, que La Moncloa y Exteriores están desesperados buscando nuevos pilares sobre los que sustentar su marginada posición. El problema es que, habiendo admitido que sólo quieren ser un país de segunda, polacos y centro europeos no quieren saber nada de Madrid, ¿para qué? Ellos necesitan a alguien de primera división. Con los italianos de Berlusconi no surge el entendimiento, por imperativos domésticos de Roma. Sólo les queda probar suerte en Londres. La relación personal, tan importante en estos menesteres, está por desarrollarse, eso sí, sobre la base de un encuentro relativamente frío en los últimos días. Pero el problema de fondo es la falta de temas sustantivos sobre los que cimentar una relación estratégica: podrán hablar del medio ambiente, de la globalización y de otras cuestiones gaseosas. Pero para hablar de la UE y su política exterior, se requiere una modificación importante de los planteamientos españoles; de la UE y su defensa, exige de España un esfuerzo militar que no se ve acompañado en los recursos que se esperan para las Fuerzas Armadas... Es más, el planteamiento táctico del gobierno español debería generar reticencias en el premier británico para el que vincularse a Zapatero le aporta hoy muchos menos de lo que le cuesta.
 
España se ha quedado sola, aunque Zapatero y Moratinos digan lo contrario. Hoy corre un chiste muy malo por los pasillos de Exteriores: a la pregunta de “¿dónde está Curro? Las voces responden: en las nubes. También hay quien dice que contemplándose el ombligo.
 
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos
 

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