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No a la guerra. O sí

La mejora en Irak no sólo se ha logrado al margen de Zapatero; ha sido a su pesar, dedicado siempre a entorpecer a los que querían ganar la guerra y crear las condiciones de las que hoy él se aprovecha.

Hace sólo unas semanas, a propósito del escándalo del apoyo de su Gobierno a Cuba, Zapatero aún volvía a censurar al PP el envío de tropas a Irak. Lo cual no tendría nada de particular respecto al pasado si no fuese por el hecho de que él mismo está enviando, seis años después, guardias civiles al mismo país en guerra. Desde el pasado mes de enero, varios oficiales de la Guardia Civil se están desplazando a Irak, integrados en un nuevo contingente europeo que actuará en el país mesopotámico. Escándalo servido.

En primer lugar, está el hecho de que de no ser por la intervención de Ignacio Cosidó en el Congreso, la misión de Zapatero en Irak se mantendría en el más absoluto secreto. Él y Rubalcaba la aprobaron, la prepararon y la comenzaron a ejecutar a escondidas; a espaldas de los españoles y del principal partido de la oposición. No tenían la más mínima intención de revelar a los españoles que, seis años después, España vuelve a Irak. La solemnidad con la que Zapatero anunció que retiraba nuestro contingente allí ha degenerado en el envío de efectivos a hurtadillas.

La ocultación es aún más premeditada y alevosa, porque el Gobierno está hablando de las misiones en el exterior escondiendo ésta: el miércoles, Camacho se vio sorprendido cuando acudía ufano al Congreso a enumerar sólo las demás. Rubalcaba y Chacón disfrutan hablando de nuestras misiones en el exterior, pero ésta ha permanecido en las sombras. No es que se haya ocultado; es que se ha escondido con premeditación y alevosía.

En tercer lugar, una vez destapada la operación, el Gobierno oculta su naturaleza ¿Qué van a hacer exactamente los guardias civiles allí? Se supone que van a entrenar a agentes de la policía y del ejército iraquí, pero esto lo sabemos por las noticias que nos llegan de la UE y por las noticias periodísticas. El Gobierno no se siente obligado a contarnos qué hacen allí los guardias civiles. En esto hemos de reconocer que se sigue la tradición oscurantista de Rubalcaba y Chacón al frente de sus ministerios: dime de que presumes y te diré de qué careces.

En cualquier caso, Zapatero vuelve a Irak. El Gobierno podrá escudarse en que las circunstancias han cambiado desde 2003. Es verdad a medias. Con un Gobierno iraquí aún inválido, el marco actual de las misiones que se desarrollan en Irak es el mismo que señalaron las resoluciones de Naciones Unidas 1.441 de 2002, 1.483 de 2003 y 1.511 de 2003 bajo las que se desarrolló la misión española: misiones internacionales de paz y seguridad. De las que Zapatero nos apeó en 2004 tras criminalizarlas. Mal que le pese, la guerra de Irak hoy es tan moral, legal y legítima como lo era en 2003; lo que no lo es, es su actitud. Una sonrisa de Obama no es motivo decente para cambiar su supuesta determinación moral e ideológica, la que elevó la tensión en España al máximo durante 2003 y 2004; desde luego muestra la solidez de los principios zapaterinos. 

Pero hay otra cosa que sí ha cambiado, y Zapatero no debiera olvidar. Si puede ahora tratar de contentar a Obama enviando guardias civiles a una misión de entrenamiento es porque otros se han dedicado antes a luchar y morir para crear las condiciones actuales. Si Zapatero puede ahora buscar la simpatía de Obama con operaciones estratégicamente mezquinas es porque otros antes tuvieron la voluntad de ganar esta guerra. Fueron Blair, Bush y Aznar los que actuaron con determinación para lograr la pacificación progresiva de la que ahora se aprovecha Zapatero. Pero la mejora en Irak no sólo se ha logrado al margen de él; ha sido a su pesar, dedicado siempre a entorpecer a los que querían ganar la guerra y crear las condiciones de las que hoy él se aprovecha.

Hoy Zapatero vuelve a Irak, a ganar una guerra que siempre quiso que se perdiera. No a la guerra. O sí.

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