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Obama después de Osama

Ben Laden ha muerto. Por lo demás, este es el resultado de liderar desde la retaguardia y acelerar la frenada.

Un periodista desveló que la política exterior de Obama se funda en el novedoso concepto de "liderar desde la retaguardia".

Tras lo del domingo, que debió tanto al legado de Bush que ya se está criticando, Obama es el de siempre. Podría, según el New Yorker: "marcar una aceleración en el cambio de recursos para sacarlos de una década de desvío en esta región". Traducción: el plan de retirada estratégica puede convertirse en desbandada.

Dice el rumor que muerto el perro –Osama–, se acabó la rabia –el riesgo de que Al Qaeda se establezca en un Afganistán­–. De momento Obama ha perdido en Afganistán 890 soldados, 60% del total de muertos desde el inicio. El apoyo declina en las encuestas. El inicio del regreso de julio de 2011 podría ser más que eso.

 
Afganistán era demencial tras la derrota soviética, tornó en alucinante en 1996 con los talibán: policía de costumbres, palizas públicas a los que no rezaran a su hora o llevaran barba insuficientemente larga, no había coches, las mujeres deambulaban como fantasmas en burkas, y los jefes decían a los occidentales que habían ido a escucharlos que Ben Laden era un hombre mal entendido. Hoy hay niños y niñas en los colegios, restaurantes, bares, teléfonos y, según la BBC "radios, televisiones y 100 cabeceras de prensa". La polución mata más que la guerra. Un 68% apoya la presencia americana. No parece momento de irse.

La "primavera árabe" no llegó a Persia. La precedió. Pero en 2009, Obama dijo que no interferiría en asuntos ajenos. Desde entonces Irán sigue reprimiendo y avanzando hacia el poder nuclear, sólo limitado por un virus informático, no las sanciones.

Egipto, por ausencia de guía extranjera (¿no fue allí Obama a decirles que no se podía imponer un sistema político?) no evoluciona bien entre la Junta Militar y la Hermandad Musulmana, que ha pasado de negar que quisiera el poder a estimar que conseguirá la mitad del parlamento.

Turquía, ese modelo de moderación, va a sustituir una democracia guiada por el ejército por una dictadura guiada por el clero.

En Libia, gran ejemplo del puedo y no quiero americano, seguimos esperando que Gadafi se desgaste. Como Europa sólo interviene por humanitarismo, le da la vuelta posmoderna al núcleo de las relaciones internacionales: sólo está dispuesta a hacer la guerra, poco, mal y descoordinada, cuando no le va ningún interés en ello.

Siria da a todos igual. En el 82, el padre del chico Assad mató a decenas de miles de suníes aplastándolos con tanques. La cifra es dudosa porque nadie se ocupó de comprobarla. Pero aún se oye que de Siria depende la paz en Israel. Hablando de este, Netanyahu visitará pronto el Congreso americano, mientras las esperanzas del progrerío están en un pacto entre facciones palestinas. Una es una organización terrorista, que ha matado más árabes que israelíes.

Ben Laden ha muerto. Por lo demás, este es el resultado de liderar desde la retaguardia y acelerar la frenada.

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