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Obama está perdiendo el juicio

Hay que tener en cuenta que Obama solo ha hecho dos cosas, además de hablar y gastar: enviar esta ley al Congreso y matar a Bin Laden. ¿Sería tan fácilmente reelegible alguien que ha tratado de redefinir el papel del individuo en relación con el Estado?

En la argumentación oral sobre la constitucionalidad de la reforma sanitaria americana, un magistrado preguntó al abogado por la razón sucinta para obligar a los individuos a asegurarse, que constituye el núcleo de la norma.

Dijo:

"El Congreso puede regular el método de pago imponiendo un requisito de aseguramiento antes del tiempo en que el servicio es consumido cuando la clase del requisito al que esta obligación se aplica está, o es muy probable que esté, en el mercado y que lo que usted necesitará cuando entre en ese mercado es inseguro; y cuando usted obtenga la atención (sanitaria) en ese mercado pueda usted permitírsela o no haga que los costes se deriven hacia otros participantes en el mercado".
 
Como los americanos aún aprecian la claridad y la sencillez es obvio que Obamacare ha muerto. Solo queda determinar las consecuencias de su certificación jurisdiccional.
 
Lo primero, dado el elevado nivel del debate en círculos autodenominados progresistas, consistirá en descubrir, en junio cuando se sepa la decisión, que el tribunal está lleno de fascistas y racistas - incluso negros, como el juez Thomas, a quien ya se le hizo la vida imposible para su ingreso porque carecía de la ideología apropiada. Es conservador.
 
Hecho esto, que ocupará un cierto tiempo, se asumirá que era relativamente claro que no existe en la Constitución una competencia que atribuya al Estado federal la posibilidad de obligar bajo pena de multa a comprar un seguro sanitario. Preguntada la anterior presidenta del congreso Demócrata Pelosi si existía, contestó con la famosa argumentación jurídica siguiente: "¿Habla en serio?" dando la atribución por supuesta.
 
Se entenderá con igual naturalidad que, según la Constitución, el poder reside en los estados federados y que la cláusula de comercio interestatal no justifica su regulación por el gobierno central.
 
Lo tercero será pensar que es bueno para Obama. Al desaparecer el asunto más polémico e impopular dejaría el camino abierto a su reelección, permitiéndole hacer campaña contra jueces "reaccionarios". James Carville, famoso por inventar para Clinton la inolvidable frase de "es la economía, estúpido", ha dicho que una derrota constitucional que no fuera por unanimidad sería un gran favor a Obama.
 
Pero habría que tener en cuenta que este solo ha hecho dos cosas además de hablar y gastar: enviar esta ley al congreso y matar a Bin Laden ¿Sería tan fácilmente reelegible un presidente que ha tratado de redefinir el papel del individuo en relación con el Estado, en los términos expresados por el juez "centrista" Kennedy?
 
En todo caso, el lema de cambio y esperanza que le aupó al poder ha resultado significar una América en retirada en el exterior y el dudoso logro interno de enfrentar y radicalizar a los americanos empeñándose en aprobar una ley inconstitucional. La promesa hecha a Medvedev de que si es reelegido tendrá mayor "flexibilidad" solo puede querer decir que acabará pareciéndose en todo a Zapatero, menos en tener empleo fijo en el consejo de estado.

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