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GEES

Otro lucimiento magrebí

Fruto de esta situación, nuestra dependencia energética se incrementará y mucho con respecto al gas argelino –del 36% pasaremos al 55% de nuestro consumo–, con el precio que nos fijen y sin contrapartida alguna. Un verdadero lucimiento magrebí.

En los últimos días, diversos medios de comunicación insisten en la gravedad de la crisis bilateral que estaríamos viviendo con Argelia e incluso en lo que nos espera. Generalmente se centra la atención en el tema energético, aunque otros medios insisten también en la cuestión del Sáhara Occidental. Éste sería el ámbito de desencuentro ante el progresivo acercamiento del Gobierno español a las tesis propuestas por Marruecos para legitimar su ocupación del territorio de la antigua colonia española.

En lo que al abastecimiento de gas natural respecta, y tras el laudo arbitral dictado por el Tribunal de Arbitraje Internacional de París el 16 de agosto a favor de Sonatrach y en contra de Gas Natural, se avalan que el monopolio argelino pueda fijar precios. Los temores españoles a un creciente dominio de la compañía argelina en el mercado español se centran tanto en la capacidad de esta para fijar los precios en los contratos como en la inauguración que ya parece inminente del gasoducto directo Medgaz entre la costa argelina y Almería. España denunció vicios de procedimiento en la decisión del Tribunal, pero lo que queda es que, tras batallar durante tres años, ahora Sonatrach puede incrementar el precio gracias a la licencia ilimitada que se le dio a dicha compañía en 2006: en 2007 esta pretendió incrementar en un 20% el precio pues el ministro de Energía y Minas, Chakib Khelil, calculaba en 600 millones de dólares anuales las pérdidas de Sonatrach por mantener precios fijados entre 2005 y 2006 y que en 2007 habían subido. Ahora, tras el laudo, Sonatrach quiere subir un 30% el precio y exige también el pago extra de 1.500 millones por los contratos de 2007 a 2009. Por otro lado, el Medgaz debería de haberse inaugurado el pasado diciembre, pero las crecientes desavenencias hispano-argelinas han ido retrasando tan esperado momento, Argelia presiona comenzando a bombear gas y a España se le plantea qué hacer con tanto gas y, además, tan caro.

El telón de fondo de la crisis es un problema sobrevenido en el que parte de las causas no son sólo españolas ni siquiera hispano-argelinas. Están también más allá de nuestras fronteras septentrionales: Francia se ha echado atrás con respecto a los compromisos adquiridos de consumo de gas argelino, algo que se ha reflejado en el retraso en la inauguración del Midcat, la conexión entre España y Francia y otros países europeos pensada en su día para diversificar la dependencia de Francia y de otros países de la UE con respecto al gas ruso. Ahora Bruselas ha dado un toque de atención a Francia para que cumpla con sus compromisos, pero la crisis está ahí y el mercado argelino aparece más cerrado que nunca frente a operadores y productos españoles.

Si a esto le unimos las desavenencias por el tema del Sáhara Occidental por el encendido apoyo español a la especificidad marroquí con su Estatuto Avanzado con la UE, nos encontramos con que la pretendida Alianza Estratégica con Argelia que íbamos a institucionalizar durante nuestra presidencia comunitaria se ha quedado en humo. De hecho, Argelia acaba de firmar una Alianza Estratégica pero no con España sino con la Federación de Rusia durante la visita del Presidente Dmitri Medvedev a Argel el 6 de octubre. Para colmo Gazprom y Sonatrach exploran ahora fórmulas para vender gas a Europa y a Asia. Lo cierto es que Sonatrach se muestra crecida con respecto a España, y ahora aún más con las perspectivas de alianza con su homóloga rusa, y ello no deja de ser paradójico tras el revés judicial que sufrió a principios de año en su propio país, con la cúpula procesada en el marco de un escándalo que le costó el cargo al todopoderoso Ministro Khelil. Fruto de esta situación, nuestra dependencia energética se incrementará y mucho con respecto al gas argelino –del 36% pasaremos al 55% de nuestro consumo–, con el precio que nos fijen y sin contrapartida alguna. Un verdadero lucimiento magrebí.

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