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GEES

Parte de guerra

Obama aplica la doctrina del odiado Bush con el celo de los conversos, pero ahora, cosechando parabienes. Por de pronto, nuestro séptimo arte está encantadísimo.

Ha dicho Aguirre que la crisis estuvo ausente de la gala del cine. Pues anda que la guerra... ¿Qué guerra? La global contra el radicalismo islámico, a distinguir del terrorismo internacional que era lo que financiaba el socialismo real en su día. Vayamos con el parte.

Pakistán detiene al mulá Baradar, número dos talibán. Las tropas americano-británico-afganas ya han tomado Marjah, en Afganistán, en la ofensiva más importante de este conflicto. El primer ministro israelí se trae de su viaje a Rusia una promesa de retrasar la entrega de los misiles S300 a Irán, que podría tener un arma nuclear para final de año. Hillary Clinton culmina un viaje al Golfo en el que ha insistido en calificar a Irán de dictadura militar; paso previo a unas sanciones que dan por terminadas las charlas con las que el régimen ha hecho perder el tiempo a Obama. Mientras, en el frente de Irak, bien, gracias. A punto de celebrar elecciones con listas abiertas. El vicepresidente americano Biden presume de que se pueden traer las tropas por su éxito; o sea, el de Bush.
 
Y, como ayer recordábamos, el general Jones, jefe de Seguridad Nacional, aparte de ser el único que rindió homenaje a España en el último desayuno de Z en USA, al mencionar a su infantería de marina como la más antigua del mundo, dijo una cosa muy rara acerca del levantamiento de restricciones de las tropas españolas. Ni una palabra de Chacón al respecto ayer en el Congreso. ¿Qué significa no tener propiamente un ejército, no dotarlo presupuestaria ni materialmente, pero pretender usarlo para que en Washington le dejen hablar a Z? Dice este que se explicará, pero con calma, para el verano. Y además, es igual, no irá más allá de las naderías de la ministra del ramo.

Sobre todo esto: silencio, se rueda.
 
Hay más. Guantánamo –se iba a cerrar, ¿recuerdan?– sigue abierto. También lo está Bagram, en Afganistán. Obama, nuestro amigo, aliado, sol al que damos vueltas... ha multiplicado por tres los asesinatos selectivos en la frontera pakistaní; lo que contrasta con la lectura de sus derechos al terrorista procedente de Yemen si consigue colarse en territorio americano. A Baradar, en cambio, nadie diría que los servicios secretos pakistaníes le han aplicado el manual del ejército americano –nueva regla aplicable– para obtener información.
 
Ante el regocijo progre vamos a aceptar a cinco reclusos del penal –para acabar quizá poniéndolos en libertad–, pero no se menciona lo que sugería el otro día el Washington Post: como ya hay pocas garantías de interrogatorios eficaces, se han incrementado las operaciones de liquidación. Resultado natural del humanitarismo de salón.

Obama convocó ayer a su Gabinete de guerra para evaluar el inicio de la estrategia McChrystal en Afganistán que, aunque parezca mentira, es el auténtico comienzo del conflicto. Lo que se hacía hasta ahora era proteger zonas limitadas y depender de operaciones especiales. Lo que se copia hoy es lo que hizo Petraeus, a las órdenes de Bush, en Irak.

Es decir, se aplica la doctrina del odiado Bush con el celo de los conversos, pero ahora, cosechando parabienes. Por de pronto, nuestro séptimo arte está encantadísimo –quien calla, habiendo antes gritado, otorga– con esta guerra, sus daños colaterales, sus asesinatos selectivos, sus cárceles... Por fin han visto la luz: ¿cuánto nos ha costado alumbrar la nueva convicción?

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