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Réquiem por Venezuela

Venezuela se hunde ante nuestros ojos, bufonada tras bufonada, con el beneplácito de la progresía internacional, a la que la miseria ajena importa menos que las gracietas anti-Bush y anti-Aznar.

La última bufonada de Chávez comparando a Aznar con Adolf Hitler, que como el venezolano fue un fracasado golpista que logró al final el poder, ha causado la habitual hilaridad en la Europa del bienestar. Y es que las palabras de Chávez son cada vez más motivo de zappings televisivos que de telediarios. Se ha convertido en el bufón ideológico de la izquierda, en el saltimbanqui grotesco y deformado que ameniza las sobremesas de una sociedad opulenta que le ríe las gracias y las muecas obscenas.

Pero esta bufonización de Chávez está teniendo una doble consecuencia. En primer lugar, obviar que bajo la apariencia grotesca de sus intervenciones se esconde un imperialismo que, a golpe de petrodólar, extiende la miseria moral y económica por el continente. Aquí se enmarca la humillación constante del antes orgulloso tirano Fidel Castro; tanto defender el orgullo de la "Revolución cubana" para acabar arrastrándola bajo la bota petroleada de un nuevo rico llamado Hugo Chávez.

Y en segundo lugar, no se puede pasar por alto que Chávez está hundiendo la economía y las libertades venezolanas a un ritmo sólo comparable al castrista, que convirtió a Cuba en el burdel pedófilo de medio mundo que es hoy. La escasez de determinados productos, azúcar o pollo, ni siquiera propia de economías subdesarrolladas, es un patético ejemplo de cómo Venezuela se hunde ante nuestros ojos, bufonada tras bufonada, con el beneplácito de la progresía internacional, a la que la miseria ajena importa menos que las gracietas anti-Bush y anti-Aznar.

La presencia constante y machacona del petrotirano los medios de comunicación obliga a entonar un réquiem sincero y doloroso por la nación venezolana. Convertida en el circo de Hispanoamérica, con un bienestar económico descendiendo en picado y al servicio de las bufonadas de su tirano, se está convirtiendo en la pesadilla, no ya de Hayek o Popper, sino de Marx: una clase económica aristocrática y parasitaria y unas masas cada vez más hambrientas y alienadas por el discurso chavista.

Hoy, las televisiones de medio mundo hablan de Venezuela solamente para mostrar las bufonadas de su máximo dirigente, que lo mismo habla con Bolívar que culpa a Bush y Aznar del maltrato al que somete a su país. Las risas que provocan sus astracanadas ideológicas en Europa no deben esconder el hecho de que está arrastrando a la miseria económica y moral a una nación a la que ha condenado a ser el hazmerreír de medio mundo. Queda saber si podrá recuperarse en el futuro, y cuanto tardará en hacerlo.

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