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Secuestros y chantajes por doquier

¿Acaso la vida del próximo argelino o mauritano asesinado por AQMI con el dinero occidental vale menos que los cooperantes europeos que acuden allí voluntariamente?

La liberación de la cooperante española por los terroristas de Al Qaeda en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI) tiene –aparte de constituir una buena noticia desde una perspectiva humana–, mucho de recordatorio del hecho de que en África los secuestros y chantajes se nos multiplican. Otros dos compatriotas y un súbdito italiano siguen en manos de terroristas sanguinarios de AQMI. Y por otro lado, el Gobierno ha puesto en marcha el protocolo de actuación habitual ante los secuestros al haber sido capturado en aguas situadas a 400 millas de la capital tanzana, Dar es Salaam, el pesquero "Sakoba", capitaneado por un español: esto nos recuerda hasta qué punto la industria del secuestro se nos está haciendo familiar en diversas latitudes africanas.

El hecho de que celebremos una liberación tan sólo parcial y pagada, y que de ello se deduzca que el pulso entre los terroristas yihadistas salafistas de AQMI y los gobiernos español e italiano perdura, debería alejarnos de cualquier celebración y, sobre todo, de cualquier tentación de adjudicar a los terroristas perfiles humanitarios que ni han tenido antes ni tendrán jamás. Ello es aún más necesario en momentos en los que la secuestrada española hace referencia ante los medios de comunicación al "buen trato recibido" o a la "actitud respetuosa" de los secuestradores. Los que la capturaron, que la han tenido retenida en el desierto tres meses y medio –y que siguen guardando a sus dos compañeros– son los mismos que asesinaron a un rehén británico el pasado junio en el norte de Malí, o a varios turistas saudíes que se resistieron a ser secuestrados semanas después en el norte de Níger. O mirando más atrás en el tiempo, los que han asesinado a decenas de personas en Mauritania o a decenas de miles en Argelia. Éstos son los perdonavidas que han soltado a la secuestrada, y conviene no olvidarlo.

Cuando secuestraron a 33 occidentales en 2003 –eran entonces el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC)– dejaron morir de sed a uno de ellos en mitad del desierto. Son crueles, sanguinarios, dispuestos a todo y han encontrado en nuestros países un filón económico que están dispuestos a aprovechar. Nosotros les dejamos hacerlo, y cometemos tres errores. El primero moral, porque no hay nada más moralmente reprobable que colaborar con el Mal; y Al Qaeda es el Mal, hace el Mal y lo seguirá haciendo en el futuro, no lo olvidemos. El segundo, de seguridad: cediendo a los terroristas se les está animando y se está favoreciendo que sigan secuestrando y matando; con la cesión a los chantajistas, España favorece el terrorismo en la zona. 

En tercer lugar, los secuestrados españoles podrán regresar, pero el problema es que los terroristas se quedan. Si hay liberación de presos, lo harán con más efectivos humanos, y gracias al dinero, con más medios materiales para seguir asesinando. Nosotros nos traemos a los nuestros, pero dejamos a los terroristas mejor armados. Así que está justificado el enfado de las autoridades argelinas y mauritanas con el Gobierno de Bamako o con los gobiernos de Madrid y de Roma: ¿Acaso la vida del próximo argelino o mauritano asesinado por AQMI con el dinero occidental vale menos que los cooperantes europeos que acuden allí voluntariamente? Esta suerte de racismo ya afloró cuando se decía que los iraquíes y los afganos no merecían la democracia que nosotros disfrutamos, y se les quería condenar a sufrir a Sadam y al mulá Omar para siempre. ¿Condenamos ahora a los argelinos y marroquíes a sufrir para siempre un terrorismo que no queremos para nosotros y que alimentamos para ellos?

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