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Seguimos en Afganistán

El nuevo Gobierno del Partido Popular tendrá que lidiar con un conflicto que no le es desconocido, pues entre 2001 y 2004 estuvimos implicados, incluso, en la Operación “Libertad Duradera”. Desde entonces la situación se ha agravado.

Tras haberse celebrado en menos de un mes dos cónclaves fundamentales para el futuro de Afganistán, bueno será aproximarse a la situación resultante desde los intereses españoles. El nuevo Gobierno del Partido Popular tendrá que lidiar con un conflicto que no le es desconocido, pues entre 2001 y 2004 estuvimos implicados, incluso, en la Operación "Libertad Duradera". Desde entonces la situación se ha agravado sobre el terreno, encontrándose además en un complejo escenario de salida.

El que todos los países implicados estén pensando en la retirada y el día después no quita que aun tengamos que seguir enviando contingentes: el próximo previsto es el de la Brigada Paracaidista. Y el hecho de que nuestros efectivos tengan ante sí importantes amenazas. El inventario de atentados que se producen cotidianamente contra efectivos afganos e internacionales es mucho mayor de lo que los medios de comunicación nos transmiten. Estos últimos se centran en ataques muy visibles, como los que producidos de forma simultánea contra miembros de la minoría shií afgana causaban 60 muertos el 6 de diciembre en Kabul y Mazar-i-Sharif. La voluntad de los Talibán y de Al Qaida de preparar el terreno para el regreso al Emirato Islámico de Afganistán, unida a las crecientes dificultades con vecinos tan importantes como son Pakistán e Irán, no auguran nada bueno.

Frente a tal degradación del panorama, el régimen de Hamid Karzai insiste en que gestiona bien la situación. Tiene que justificar su gestión, y así lo hacía en la Loya Jirga, celebrada en Kabul a mediados de noviembre y a la que los Talibán saludaron con una salva de misiles. También insistía en ello a principios de diciembre, en la Conferencia de Bonn sobre Afganistán, ante representantes de 85 Estados y organizaciones internacionales. Karzai la abandonaba precipitadamente ante la magnitud de los ataques anti-shiíes: el atentado de Kabul es el segundo en importancia producido en la ciudad (55 muertos) desde el ataque contra la Embajada india en julio de 2008 (60 muertos). Mientras él salía, las delegaciones debatían sobre calendarios futuros. Hillary Clinton mostraba su apoyo a Karzai desbloqueando 700 millones de dólares, y trataba de estimular a los demás participantes. La Loya Jirga ha autorizado a Karzai, por mayoría entre los 2.000 representantes tribales asistentes, a vincularse con Washington por un compromiso de diez años, pero con importantes autolimitaciones que dificultarán las operaciones militares futuras.

El Gobierno entrante de España va a recibir renovadas propuestas de EEUU para que contribuyamos al entrenamiento de las fuerzas afganas, con especial atención a la Guardia Civil, que tan eficaz labor realiza en estas misiones. El objetivo de pasar de los entre 300.000 y 350.000 efectivos afganos formados actuales a 500.000 en el horizonte de 2014, va a exigir un arduo esfuerzo en un contexto muy peligroso. Con Pakistán colaborando menos, los iraníes enredando más, Rusia enfrentada con Occidente (y con España) por el escudo antimisiles y la mal llamada "insurgencia" crecida tratando de dinamitar el proceso, hay que ser cautos. España debe tener las ideas claras de para qué, con quién al lado y con qué medios actuar a partir de ahora.

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