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GEES

Sí podemos decidir por ti

El problema es que el Gobierno socialista de España ha dilapidado la soberanía, dejándola en manos de comunidades autónomas, por abajo, y, por arriba, en las de la UE, debido a la imposibilidad de financiarnos con nuestros recursos.

"Soy del linaje de aquellos que de lo oscuro a lo claro aspiran", que decía Ortega recitando a Goethe. Vamos a tener claridad conceptual, germana para parar un tren.

Merkel ha declarado a guisa de introducción de la cumbre de hoy: "No dejaremos a nadie solo, no dejaremos caer a nadie". Es cierto. El portavoz, ciertamente peculiar, de este mensaje a España ha sido, sin embargo, la agencia Moody's. Le ha dado al Estado tres meses, que son muchos, para acabar con los convenios colectivos de sector y la reforma de las pensiones. No caer conlleva esta contrapartida. Bien está que así sea. Si no nos obligaran, ¿quién iba a hacer los retoques? ¿Los que dicen que no los hacen aún salpicados de la tinta calentita del BOE, o los que critican a los primeros por hacer "recortes sociales"?

Oficialmente la cumbre se dedicará a establecer un mecanismo permanente de rescate que sustituya al fondo de dudosa legalidad que hoy se aplica, y discutirá la posible entrada de euro-bonos. Como lo primero es lo que requiere una menor reforma de los tratados, y es lo que desea Alemania, lo probable es que de lo segundo se hable sólo por cortesía. Será esta un exceso de condescendencia para el presidente del Eurogrupo que es uno de los impulsores de la idea, pero no es más que el primer ministro de un diminuto Estado lluvioso y muy poco poblado que da cobijo y personalidad jurídica con su excepcional normativa al fondo actual. O sea, Juncker, de Luxemburgo.

El fundamento para el rescate "permanente" es el acuerdo entre Francia y Alemania, que es lo que ha quedado de la UE después de que todo el mundo se empeñara en sacar adelante la constitución reducida que es el tratado de Lisboa, aún no plenamente en vigor. El pacto, que ha de entrar en vigor a partir de 2013, se produjo en Deauville el mes pasado, y ha sido ratificado en las horas previas al Consejo de hoy. Decíamos entonces que:

Se había decidido proponer a los países europeos una reforma simplificada de los tratados –sin conferencia intergubernamental–, que sancionara a los países violadores de los criterios de Maastricht, llegando a limitar su derecho de voto en el Consejo. Y (sustituir) el mecanismo actual de rescate –de infame nombre oficial y nula base jurídica– por otro fondo constituido, en parte, por la cuantía de estas multas. Con éste se respaldaría exclusivamente a los Estados en dificultades una vez que hubieran renegociado –este es el nombre de la quiebra para los Estados– su deuda con sus acreedores, incluyendo una quita –o pérdida–, para éstos.

Y esto es lo que, a día de hoy, con el espíritu disuasorio de no tener que recurrir al fondo, sigue habiendo. Vamos, que aquí los que no cambian de opinión son los que mandan, por mucho que los demás cacareen bastante sin hacer ni decidir nada.

La conclusión, presente, es un incremento del poder sugestivo de las orientaciones alemanas, como se dice, hoy reformuladas a través de la portavocía de la analista de Moody's para España, de nombre casualmente harto germánico. Y estas reformas nos van a dar un respiro de financiación de tres meses, que es una exageración de generosidad por parte de los teutones a la vista de los insultos que vienen recibiendo de los tenedores de la ortodoxia político-elitista española, vulgo El País.

El problema no está en que aquellos que o son acreedores del dinero que se nos presta o bien garantizan que se nos pueda seguir prestando, estén exigiendo algo a cambio. Esto es lo normal. El problema es que el Gobierno socialista de España ha dilapidado la soberanía, dejándola en manos de comunidades autónomas, por abajo, y, por arriba, en las de la UE, debido a la imposibilidad de financiarnos con nuestros recursos. Es un alivio, en esta tesitura, pertenecer a la UE y al euro, en el que entramos por Aznar –tachado de antieuropeísta– y no por Felipe –que anda dando lecciones europeas hasta por escrito– ni por Z –que decía aquello tan gracioso de los primeros en Europa en los tiempos ya pasados de la Constitución–. Sin embargo, a largo plazo la cuestión es preocupante y requiere arreglo. Una nación soberana, de serlo España, aunque tenga las cortapisas naturales de sus compromisos jurídicos, y de las limitaciones de la realidad, no puede dejar que su política se decida fuera, porque deja de ser democrática. Este es el fabuloso legado de los que hoy son inquilinos de La Moncloa: la ruina económica, la evaporación de la democracia, y la delicuescencia moral.

Un arrogante spot publicitario decía: no podemos conducir por ti. Eso era el Ministerio del Interior, porque, visto lo visto, Merkel sí puede. Y de paso evita que lo haga nuestro ministro del Interior, que no es poca cosa.

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