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Un año tras la destrucción de la mezquita de Samarra

Un año después los chiítas comprendieron que los efectos de su política se habían vuelto contra ellos, que habían convencido al pueblo norteamericano de que la guerra civil era inevitable y que cuanto antes se retirasen mejor.

El 22 de febrero del pasado año se produjo un atentado terrorista en la ciudad de Samarra, contra la Mezquita-Santuario de la Cúpula Dorada. Desde entonces ya nada fue igual. Hasta aquel día la mayoría chiíta había demostrado un gran temple soportando asesinatos –como el del gran ayatolá al-Hakim– y actos terroristas masivos. Eran conscientes de que los restos del ejército de Sadam y al-Qaeda buscaban la provocación, porque únicamente así se desestabilizaría un proceso político que para los chiítas sólo podía tener beneficios. Un Estado de Derecho, una democracia con sus inevitables limitaciones, consolidaría el poder del sector mayoritario. Sólo el radical mulá Muqtada al-Sadr, con apoyo iraní, rechazaba en aquellos días el proceso político en curso.

Tras aquel funesto 22 de febrero, los chiítas respondieron a la provocación, generando una escalada de la tensión que se llevó por delante la inconsistente estrategia norteamericana, la mayoría republicana en ambas cámaras, al secretario de Defensa y, de hecho, a un presidente que se encuentra aislado en la Casa Blanca.

Un año después los chiítas comprendieron que los efectos de su política se habían vuelto contra ellos, que habían convencido al pueblo norteamericano de que la guerra civil era inevitable y que cuanto antes se retirasen mejor. Los jefes políticos aceptaron las propuestas de Bush, que incluían su contención y su respaldo al proceso político. Los diputados de al-Sadr volvieron al Parlamento y dieron su apoyo a Maliki, las fuerzas militares mixtas entraron en los enclaves chiítas más radicales sin encontrar resistencia… Mientras tanto la diplomacia norteamericana exigía a sus aliados sunitas que refrenaran a los terroristas de su propio credo.

En tales circunstancias los radicales sunitas tenían que romper un proceso que se volvía contra ellos y lo han hecho. El doble atentado cometido por terroristas suicidas contra peregrinos chiítas que se dirigían a la ciudad santa de Karbala ha producido cerca de cien muertos y miles de heridos. Es difícil que después de un acto de estas características sea posible contener a las milicias chiítas en su deseo de venganza. Si no se consigue, los terroristas sunitas habrán vuelto a dar en la diana y estarán más cerca de lograr lo que buscan: una guerra civil en la que creen que tendrán posibilidades de volver a controlar el poder.

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