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Volkswagen no será la última

Hay que actuar. En caso contrario corremos el riesgo de que Volkswagen sea uno más de una larga lista y que todos los españoles paguemos la inacción del Gobierno.

Hace escasos días el fabricante de automóviles alemán Volkswagen confirmaba que, además de reducir su plantilla en España en los próximos cuatro años, invertiría en su fábrica portuguesa para aumentar la producción y crear 4.000 empleos.

La noticia pone de manifiesto algo mucho más importante que una decisión empresarial que perjudica a España. Muestra con crudeza que no sólo nuestros productos no son competitivos sino que, además, nosotros como país hemos dejado de serlo. De hecho, España es el país que menos ha crecido en productividad en los últimos cuatro años. Nuestros costes laborales han crecido muy por encima de la inflación y de la media europea (un 5,4% en el primer trimestre) y la legislación laboral impide a las empresas ajustar las plantillas a la demanda. Además, la presión fiscal sigue siendo excesiva y, por si fuera poco, los precios que el Gobierno fija para la electricidad se van a disparar con el consiguiente perjuicio para las industrias.

A todo ello hay que añadir la trayectoria de este Gobierno, cuya característica más sobresaliente no es precisamente la de generar confianza, pues cuando los problemas aparecen el Gobierno o se desvanece o niega su existencia. En las últimas semanas lo hemos podido ver muy claro. Mientras el país se paralizaba por culpa de una huelga, el Gobierno minimizaba una situación despreciando a todos aquellos que la sufrían y, en especial, a empresas como Volkswagen, que tuvieron que paralizar toda su actividad.

Pero la indolencia de este Gobierno no se queda ahí; cuando gran parte de la población española comienza ya a sufrir los efectos de la actual situación económica, el Gobierno, como el niño que se niega a aceptar que la fiesta se ha acabado, sigue en sus trece negando la realidad y negándose a reconocer la crisis. Eso sí, ahora ya no puede decir eso de que crecemos más que Europa, y tampoco puede decir que las cifras de empleo son buenas.

Uno se podría preguntar si realmente esto obedece a una estrategia, si existen equipos, asesores o departamentos que estén echando el resto para sacar al país de esta situación. Pero la mayor desgracia es que no hay nada de eso. Lo único que encontramos detrás de la política económica de este Gobierno es improvisación, desconcierto, incapacidad y ocurrencias como la de los 400 euros, que se nos antoja una de las mejores formas de acabar con el superávit del Estado. Un superávit que, recordémoslo, estaba previsto que fuera de 1,15% del PIB para este 2008 y que el Gobierno se niega a revisar.

Las consabidas excusas del ciclo económico o de los precios del petróleo no sirven. Primero porque era obligación del Gobierno anticiparse a un final de ciclo que se veía venir. Además, durante la pasada legislatura el gasto público creció por encima del PIB nominal y, por tanto, nuestro famoso superávit no fue fruto de una buena gestión sino de unos mayores ingresos y, por tanto, de un incremento en la presión fiscal que padecemos. En cuanto a la situación internacional, baste comparar el vigor de las economías alemana y francesa, que presentan un fuerte crecimiento en la producción industrial y ganancias de competitividad. Justo lo contrario que España.

De hecho se da una situación paradójica pues el Gobierno parece ser el único que niega la evidencia. Foros internacionales como la OCDE o el FMI, medios de comunicación, sindicatos, bancos, analistas de todo tipo e incluso la propia opinión pública consideran que la crisis ya ha llegado y que las expectativas son malas. El Gobierno les responde a todos de la misma manera: "Es una desaceleración."

España necesita un Gobierno con liderazgo, que abandone las frivolidades de sus ministros y que desde ya mismo luche por sacar al país de la crisis. No es cierto eso de que cuanto mayor sea la caída más rápida será la recuperación. Argentina o Japón son ejemplos de que tras una pérdida de competitividad tan fuerte, ésta puede tardar en recuperarse y sumir al país en un entorno inflacionista y sin crecimiento.

Hay que actuar. En caso contrario corremos el riesgo de que Volkswagen sea uno más de una larga lista y que todos los españoles paguemos la inacción del Gobierno.

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