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George Will

Un masoquista con sentido del humor

El cálculo aproximado de Goolsbee es que la tecnología –abarcando todo lo que denota el término "sociedad de la información"– explica más del 80% del incremento en la disparidad en las ganancias, mientras que el comercio supone mucho menos del 20%.

En su curriculum vitae, Austan Goolsbee enumera entre sus "otros intereses" –los que no consisten en enseñar en la Universidad de Chicago– dos actividades: el triatlón y la comedia de improvisación. Evidentemente, es un masoquista con sentido del humor, así que está perfectamente preparado para participar en política presidencial, algo que está haciendo como asesor de Barack Obama.

Antes de que se conocieran en persona, Obama, en su campaña al Senado en el 2004, preguntó a Goolsbee una cuestión sorprendente. Al contrincante de Obama, Alan Keyes, un afroamericano importado de Maryland por el caótico Partido Republicano de Illinois, se le había preguntado si creía o no en las compensaciones por la esclavitud. Keyes dijo que quizá Estados Unidos pudiera hacer lo que hizo Roma: declarar exentos de impuestos durante dos generaciones a los descendientes de los antiguos esclavos. Obama preguntó a Goolsbee cuánto podría costar eso. Las dos respuestas de Goolsbee fueron: difícil de decir. Y: billones.

Goolsbee se licenció en Yale y logró su doctorado en el MIT antes de de llegar a la escuela de empresariales de la Universidad de Chicago, la que dio a la vida pública un gigante de la derecha, George Shultz. El departamento de económicas de la Universidad ha sido agraciado por personas de la talla de Milton Friedman, George Stigler y Gary Becker, todos ellos premios Nobel y todos ellos liberales por su inclinación a ver más útiles a los mercados que a las intervenciones del Gobierno en éstos.

¿Está Goolsbee consternado por la creciente desigualdad en los ingresos? Sí, pero con una comprensión del problema llena de matices. Dice que el estancamiento de los ingresos en las clases media y obrera, y la ansiedad que ha generado este hecho, es el problema más acuciante, pero los responsables políticos han de tener cuidado en tratar su causa real, que Goolsbee sitúa en "el aumento radical de las recompensas a las habilidades".

En 1980, quienes tuvieran una diplomatura universitaria ganaban de media un 30% más que aquellos que disponían tan sólo del bachillerato. Esta disparidad ha aumentado hasta el 70%. En el mismo año, las ganancias promedio de quienes tenían un título superior en la universidad eran un 50% más elevadas que las de aquellos que sólo habían ido al instituto; hoy es de más de un 100%.

El mercado está pidiendo a gritos "¡seguid estudiando!" Y los colegas liberales de Goolsbee en Chicago afirman que una elevada imposición fiscal sobre quienes tienen unos ingresos elevados es "un impuesto a la asistencia a la universidad". Los liberales argumentan que no se debe gravar algo si no se está dispuesto a tener menos de ese algo. Pero Goolsbee afirma que los liberales frecuentemente exageran la reacción a los impuestos altos. La solución es invertir más en educación, lo cual elevará los salarios, reducirá la desigualdad y moverá la economía hacia el equilibrio. La ley que proporcionó educación gratuita a los veteranos de la Segunda Guerra Mundial, dice, estimuló tanto la inversión en "capital humano" –la educación superior, en particular– que durante un tiempo la recompensa de ir a la universidad fue baja en comparación con limitarse a ir al instituto.

"Globalización" significa libre intercambio y diversas desregulaciones que presuntamente presionan a la baja los salarios norteamericanos a causa de las importaciones procedentes de países de salarios bajos. Goolsbee, sin embargo, dice que la globalización sólo es responsable de "una pequeña fracción" de las actuales disparidades en los ingresos. Dice que "entre el 60% y el 70% de la economía prácticamente no afronta ninguna competencia internacional". Los 18,5 millones de empleados del Gobierno de Estados Unidos tienen poco que temer del libre comercio; tampoco los mecánicos, los dentistas y muchos otros.

El cálculo aproximado de Goolsbee es que la tecnología –abarcando todo lo que denota el término "sociedad de la información"– explica más del 80% del incremento en la disparidad en las ganancias, mientras que el comercio supone mucho menos del 20%. Esto es algo que los demócratas del Congreso necesitan escuchar de boca de un economista demócrata en un momento en que se resisten a firmar acuerdos comerciales con Corea del Sur y potencias económicas menores como Perú, Panamá o Colombia.

En lo que respecta a China, Goolsbee –que prefiere un enfoque más contundente, especialmente a través de la Organización Mundial de Comercio– observa que el conjunto de todas las importaciones son sólo el 16,7% de la economía norteamericana, de las que las procedentes de China son sólo una pequeña porción; suponen el 2,2% del PIB norteamericano. México, en cambio, sí está siendo genuinamente presionado por China, cuyos productos "coinciden" con casi las dos terceras partes de los de México. Las exportaciones de China coinciden con entre el 5% y el 10% de la economía de Estados Unidos. Las crecientes importaciones de China reemplazan de manera predominante a las de otros países de baja productividad. Si China se viera presionada a hacer una revaluación de su moneda, dice Goolsbee, Estados Unidos no empezaría a fabricar el tipo de juguetes que viene importando de China; los importaría de Vietnam.

La economía es la única disciplina académica que en las últimas décadas se ha movido en la misma dirección que Estados Unidos y gran parte del mundo: a la derecha. Goolsbee tiene sin duda montones de ideas discutibles –después de todo, es un demócrata– sobre cómo puede el Gobierno enredar creativamente en la distribución que hace el mercado de la riqueza y las oportunidades. Pero parece ser el tipo de persona –amable, empírica y razonable– que querrías tener cerca de un presidente demócrata, si es que tiene que ser así.

En Libre Mercado

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