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Germán Yanke

La retórica de la dignidad

Ante el grave problema que tiene el PSOE en Madrid –síntoma de otros más generales y peores–, la consigna parece ser interpelar al PP. A lo largo de este jueves, el candidato (¿) Simancas pidió a la presidenta de la Asamblea, Concepción Dancausa, que fuera ella la que, por mor de la democracia y la dignidad (sic) parlamentaria, pidiera a los diputados huidos que devolvieran sus actas. En TVE, Alfredo Pérez Rubalcaba pedía lo mismo a Esperanza Aguirre.

Tamayo y Sáez pueden ser –y de hecho resultan– de lo más sospechosos pero, si sigue existiendo la presunción de inocencia, serán corruptos, sobornados o delincuentes cuando se pruebe suficientemente ante la Justicia. Hasta entonces, y por mucho que le pese al PSOE, son dos diputados que se han saltado a la torera, y de modo harto extravagante, las instrucciones de su partido. Lo anoto porque están, hasta que haya prueba de su culpabilidad, en la misma situación en la que socialistas y comunistas querían que estuvieran muchos o pocos de los miembros del Congreso del PP durante la crisis de Irak: en contra de su partido en un asunto importante. Pedir al PP que sea el que exija a Tamayo y Sáez que renuncien a sus escaños es una desfachatez con la que, desde luego, no logra el PSOE, aunque lo intente, ocultar su caos interno

Una segunda solicitud a los populares es que no se “aprovechen” de las decisiones de estos dos diputados para gobernar la Comunidad de Madrid. Se insiste en ello cuando Esperanza Aguirre ya ha propuesto un pacto para celebrar nuevas elecciones por el mismo afán retórico e inconsistente: plantear ante el PP un problema que es del PSOE y de las relaciones de este con Izquierda Unida. Pérez Rubalcaba, refiriéndose al establecimiento de una mayoría por la ausencia de Tamayo y Sáez, ha aludido a una “batasunización” de la Asamblea y, claro, hace llamamientos encendidos al PP para que lo impida. Resulta cuando menos sorprendente que se voceen estas reclamaciones sin que se haya planteado la “cuestión de indignidad” a su socio, Izquierda Unida, artífice de la “batasunización” real y palmaria del Parlamento Vasco y colaborador necesario del golpe antidemocrático encabezado por el PNV y Atutxa. Rubalcaba dice que son cosas distintas y, si tiene razón, es porque esta última es infinitamente más grave.

Todo ello, además, revela la paradoja de comprobar cómo el PSOE se resiste todavía a la convocatoria de nuevas elecciones y cómo Izquierda Unida se niega a ello rotundamente. La “mayoría de progreso” tan tontamente cacareada (ya que no se votó tal cosa, sino a partidos concretos) se aúna siempre con la voluntad de los ciudadanos, pero parece que ésta debe ser manifestada una vez y no más, como si fuera una necesidad, una obligación. O como si irremediablemente temieran perderla, la mayoría, digo, porque lo del progreso…

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