Ayer llegaban noticias a través de la radio de la guerra… en el Congo. Los muertos de esta interminable contienda se cuentan ya por millones. ¿Qué ocurre? ¿Por qué esta guerra, entre las muchísimas de los últimos años, entre las que aún duran, no despierta la rabia de los pacifistas? ¿Por qué no hay manifestaciones en la calle? Tampoco la represión en Cuba, el encarcelamiento y el exilio infinito de los disidentes mueve, al parecer, las conciencias. Y quienes colocan a Chirac como padre de todos nuestros proyectos europeos olvidan –¿o no olvidan, aunque callen?– que las tropas francesas está ahora mismo en Costa de Marfil y en la República Centroafricana.
Que son millones, dicen. Será verdad. Pero parecen más enemigos de los Estados Unidos que de la guerra. Y, algunos, resultan claramente enemigos, sin más, de los valores políticos de Occidente, los que han dado lugar a la democracia y el respeto a los derechos humanos.
Por eso, quizá, se está “contra la guerra” dando a cada acto, algunos esperpénticos, lo que han dado en llamar “un aire festivo”. Para una téorica solidaridad con “el pueblo iraquí” se hace la ola y se evitan las pancartas y los lemas contra Sadam y su bárbara dictadura. Ni las emisoras de televisión más pacifistas lograran, en estos días de guerra, mostrar tantos muertos, tanto dolor y tanta vergüenza como los que ha habido bajo Husein.
En el concierto pacifista celebrado el pasado domingo en Madrid, leo en la prensa, una mujer subió a su padre destrozado a la tribuna con la intención de que se dirigiera a los presentes. Llevaba un cartel (“Guerra sí, muerte a Sadam”) y, en el cuerpo, las señales tremendas de un atentado de ETA. Quería quejarse del PSOE, de lo mal que le trató el Gobierno cuando sufrió las heridas. Quizá, incluso, pretendía decir, allí, junto a Gurruchaga disfrazado y a tantos otros cantantes, alguna inconveniencia. Le disuadieron, dicen las crónicas con un tono educado. Pero, ¿por qué le disuadieron? ¿Por qué no le dejaron hablar? ¿Temieron que les estropeara la fiesta? Porque resulta que era una fiesta.
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