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Germán Yanke

Rajoy en Vitoria

Si los gestos son movimientos con sentido, la presencia de Mariano Rajoy en Vitoria —primera visita junto a Navarra después de ser elegido sucesor de Aznar— no es un tic del PP ni una estrategia de imagen. En el País Vasco se vive la gran enfermedad moral europea en este comienzo de siglo y el gran problema político de España. A veces, acostumbrados a la percusión constante de las noticias, olvidamos que, allí, delante de grandes sectores sociales atormentados y asustados, hay un grupo de personas que han colocado sus ideales, la defensa de la libertad y de los derechos humanos, el sostén del Estado de Derecho, por encima de su tranquilidad. Han asumido, con ello, el riesgo de la propia vida y, en todo caso, la pérdida de una vida amable. No todos son del PP, pero los militantes de ese partido tienen en ello, justo hay que decirlo, la delantera en la defensa sin fisuras de los fundamentos de la democracia. Creo que, para el resto de los militantes del PP, son un ejemplo y un símbolo gratificante: la derecha es la defensora de la libertad.

El encuentro de Rajoy en Vitoria con sus compañeros de partido tiene, naturalmente, su faceta protocolaria y sirve para colocar, ante la opinión pública, a Jaime Mayor, posible candidato a la sucesión, con el elegido y al elegido con Jaime Mayor, que ha sido el baluarte de una política sacrificada y exitosa en el País Vasco. Sí, exitosa: no sólo el PP se ha consolidado en esa comunidad autónoma, también ha sido el baluarte contra el gran atentado antidemocrático del nacionalismo vasco. Pero ofrece también la constatación de que esta política no era una cuestión personal (de Mayor, de Aznar), sino un principio de la acción política de su partido. El pasado 31 de julio, ante la junta directiva del Foro de Ermua, Aznar aseguró que su sucesor, que parecía ya elegido, iba a defender esa misma política nacional y que, al hacerlo, se vería que no es una actitud personal, sino un elemento fundamental de un proyecto político. Ahora Rajoy ha dicho que, en este tema, se comportará, personal y políticamente, “como Aznar”.

No es poca la tarea que le queda. Los “constitucionales”, en el País Vasco, necesitan un apoyo que va más allá de los abrazos. El objetivo (que no es sólo “acabar con ETA” como dijo en su primera entrevista como sucesor, sino asegurar la libertad, lo que incluye acabar con ETA) es arduo y el enemigo poderoso y bien engrasado. Ahora queda asegurar el sentido del gesto.

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