Menú
Gina Montaner

Correa contra El Universo

Finalmente se despojó de la piel de cordero académico para abrazar la dañina Biblia de Eduardo Galeano y sus eternamente sangrantes venas de una América Latina abocada al fracaso de los experimentos revolucionarios.

¿Son conscientes los ecuatorianos del rumbo totalitario que ha tomado el Gobierno de Rafael Correa? Quizás no lo suficiente, pues después de la sentencia que ha condenado a cuatro directivos del diario El Universo a tres años de cárcel y al pago de una multa millonaria, en las calles del país no se han producido protestas multitudinarias a favor de la libertad de prensa. Como mucho, "tuiteos" indignados en las redes sociales y la concentración de cientos de simpatizantes frente a la sede del periódico en Guayaquil el miércoles pasado.

La sentencia dictada por el juez Juan Paredes sienta un nefasto precedente que no es sino un síntoma más de los abusos de poder de Correa, un personaje cuya impronta evidente es la rabia mal contenida y ademanes bravucones. Sólo así se explica que en septiembre de 2010, cuando los sindicatos de la policía se movilizaron en Quito, el propio presidente se enfrentó a los manifestantes, exacerbando el caos entre las fuerzas del ejército y los piquetes callejeros. Lo lógico es que un gobernante aborde el problema social con una comparecencia oficial o una reunión extraordinaria en busca de soluciones negociadas. Pero Correa, de la cuerda mesiánica de los Castro y los Chávez de este mundo, saltó como un toro de Mihura dispuesto "dar la vida" en el ruedo.

Precisamente, el sorprendente fallo del juez Paredes tiene que ver con la información que en su día publicó El Universo respecto a aquellos incidentes. El entonces jefe de Opinión, Emilio Palacio, escribió que había indicios de que el mandatario pudo haber dado órdenes al ejército de disparar a discreción contra el hospital donde permaneció retenido unas horas. Una decisión que, como en efecto ocurrió, puso en peligro a los pacientes que allí se encontraban cuando se produjo el cruce de fuego. Dicha información, que ponía en entredicho el manejo que hizo el Ejecutivo de la crisis, es el pan nuestro de cada día en las sociedades abiertas, donde los medios de comunicación informan con lupa de las actividades de los políticos y las columnas son santuario de todo tipo de opiniones. En eso consiste la libertad de prensa y no lo que está sucediendo en Ecuador, donde el jefe de Estado, con la complicidad del poder judicial, está amordazando impunemente el derecho a la libre expresión.

En cuestión de horas el juez Paredes leyó el sumario y dictó una draconiana sentencia, obedeciendo órdenes que vienen de más arriba. El objetivo es atemorizar al gremio periodístico y me temo que lo han conseguido, porque las movilizaciones masivas han brillado por su ausencia y los acusados se han visto obligados a doblegarse. Muy probablemente El Universo tendrá que cerrar después del pago de 40 millones de dólares que se embolsará Correa. Sencillamente la sociedad ecuatoriana ha mirado para otro lado, como si el estrangulamiento del Estado de derecho no tuviese que ver con ellos. Tarde o temprano sufrirán las consecuencias del conformismo colectivo.

A nadie debe sorprenderle el último y más reciente espasmo autoritario de Correa. En el mes de mayo ganó por un estrecho margen un referéndum que ha dado luz verde a la creación de un comité de vigilancia para controlar los contenidos de los medios. Y hace tan solo unas semanas ofreció una rueda de prensa con su homólogo peruano, el recientemente elegido Ollanta Humala, en la que ambos se despacharon a gusto contra la prensa, ese blanco fácil y vulnerable para políticos con tentaciones absolutistas. En los próximos días Humala tomará las riendas del poder y está por ver si controlará el deseo de acallar las críticas. El mandatario ecuatoriano, en cambio, hace mucho que enseñó sus garras y su alineamiento con el socialismo descabellado de Cuba, Venezuela y Bolivia. Esos son los derroteros en los que se embarcó este graduado de Harvard que nada aprendió de la grandeza de la democracia durante su estancia en Estados Unidos, o en los años en los que fue un oscuro profesor de economía en una universidad de derechas de Quito. Finalmente se despojó de la piel de cordero académico para abrazar la dañina Biblia de Eduardo Galeano y sus eternamente sangrantes venas de una América Latina abocada al fracaso de los experimentos revolucionarios.

Hará mal el pueblo ecuatoriano en no tomar cartas en un asunto donde lo que está en juego es la libertad de los individuos. Por si les sirve de lección: hace más de medio siglo, en Cuba un grupo de aventureros que bajó triunfante de la Sierra Maestra tardó sólo 18 meses en tragarse un país completo hasta convertirlo en un cementerio de silencio y terror. En aquel entonces, me cuentan quienes lo vivieron, los jóvenes universitarios desfilaban jubilosos con ataúdes que representaban el cierre de los periódicos desafectos a los revolucionarios castristas. Lo demás ya es triste historia. Ojalá que los ecuatorianos sepan ser dueños de su destino. Todavía están a tiempo

En Internacional

    0
    comentarios