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Gina Montaner

¿De dónde son los cantantes?

Para quienes siempre hemos reconocido el talento de Silvio Rodríguez a pesar de su innecesario y triste colaboracionismo, esperamos que en esta gira su separación de la erre ominosa sea definitiva.

Vivimos tiempos interesantes. Cuando parecía que nunca iba a suceder, intelectuales y artistas de la izquierda española se adhieren a la causa democrática en Cuba y de pronto figuras como Ana Belén y Víctor Manuel, progres de toda la vida, se distancian del régimen cubano comprendiendo, al fin, que aquello es indefendible, más allá de sus diferencias con la política del embargo de Estados Unidos.

El gesto de esta Plataforma, gracias al generoso esfuerzo de la escritora Rosa Montero, se agradece, y mucho, porque la dictadura cubana se va quedando sola en un ocaso que es el anuncio de su propio entierro. En este final (que en verdad ya ha ocurrido y lo que ahora vemos es el apuntalamiento del monumento funerario a la espera del cadáver), los asistentes al velatorio se arremolinan. Muchos de ellos han comprendido (ha sido una revelación tardía) que ya basta de atropellos y es medio siglo el que se ha echado por la borda. Los cubanos dentro y fuera de la isla están fatigados de tantas penas y ningún olvido.

Tanta es la insularidad de la dictadura castrista que hoy, más que nunca, de allá van y vienen los cantantes y de sus palabras –casi siempre crípticas y en raras ocasiones valientes–, se desprende el hedor de algo que se pudrió hace mucho y sólo queda por desechar el fruto que nació corrupto y deforme. Una anomalía del destino. Un engendro político que se confundió con experimento social. Hoy, descompuesto en abono de muertos.

En cuestión de meses ha desfilado en el exterior Gorki Aguila, cantante de Porno Para Ricardo, transparente en sus declaraciones a la hora de sentenciar a un Gobierno esclerótico que da por finiquitado. Tras una gira en Estados Unidos que aprovechó para llamar a las cosas por su nombre, Gorki ha regresado a su bien amada Habana para ejercer el derecho que tiene a ser rebelde y con causa.

Recientemente pasó por Miami Carlos Varela, cantautor que siempre fue más por libre que los históricos de la Nueva Trova Cubana, con su atrevida historia de Guillermo Tell a cuestas y, desde el velo de sus enormes gafas oscuras, su defensa de las Damas de Blanco y la condena por los actos de repudio que estas mujeres sufren cada domingo en las calles de la capital cubana.

Dentro de unas semanas Silvio Rodríguez inicia un tour que lo llevará a importantes ciudades de Estados Unidos y ha prometido descolgarse de la erre de Revolución porque cree que se ha arribado a la encrucijada donde sólo hay cabida para la evolución. Digamos que el proceso del creador de El Unicornio Azul ha tomado más tiempo que los siglos que nos transformaron de primates a oficinistas trajeados. Ahora, cincuenta años después de un desastre avalado por los testimonios de las víctimas, Silvio dice que es preciso cambiar antes de que "nos cambien". En realidad ya es demasiado tarde porque el cambio hace mucho que comenzó y tiene nombres propios: Martha Beatriz Roque, Laura Pollán, Oscar Elías Biscet, Orlando Zapata Tamayo, Yoani Sánchez, Guillermo Fariñas o el propio Gorki Águila, por nombrar a algunos de los que dan la cara, e incluso la vida, a pesar del constante acoso de una tiranía dinástica.

Está muy bien que Silvio Rodríguez, hasta ayer defensor a muerte de la Revolución, hoy proponga desvincularse de los preceptos que tanto daño le han hecho a los cubanos. Es verdad que lo hace de manera tímida y dando rodeos para evitar el espinoso meollo del asunto, pero, volviendo a la idea inicial, más vale tarde que nunca, ya que su guiño contribuye al desmantelamiento de un andamiaje que está a punto de colapsar.

Silvio Rodríguez cantará a principios de junio en el prestigioso Carnegie Hall de Nueva York (por cierto, a precios del capitalismo más salvaje), y allí se darán cita sus numerosos fans y no pocos exiliados con deseos de llamar la atención a favor de la libertad y los derechos humanos en Cuba. Es lo habitual y lo hermoso de las sociedades abiertas: las manifestaciones de unos y otros, siempre y cuando no se incurra en la violencia de unas turbas dirigidas por el Estado.

Para quienes siempre hemos reconocido el talento de Silvio Rodríguez a pesar de su innecesario y triste colaboracionismo, esperamos que en esta gira su separación de la erre ominosa sea definitiva. El cambio ya está marcha. Sólo es cuestión de sepultar al difunto y sus flores marchitas.

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