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Gina Montaner

El espíritu de Jackie O.

A los estadounidenses les gusta presumir de ser una república que logró zafarse de la monarquía británica. Sin embargo, viven fascinados por los reyes y reinas y se han convencido de que la dinastía Kennedy es lo más próximo a un clan con sangre azul.

Michelle Obama le ha robado protagonismo a su esposo. Así lo perciben los medios de comunicación norteamericanos a la hora de informar sobre la gira presidencial a Europa. Después del repudio general que George W. Bush provocaba en el Viejo Mundo, para muchos Barack Obama encarna la resurrección de John F. Kennedy, una época mítica en la que el glamour y el charme reinaban en la Casa Blanca, tal vez porque en aquel entonces la prensa se cuidaba mucho de no destapar los trapos sucios de un presidente que compartía a Marilyn Monroe con su hermano Robert.

Pero durante este viaje quien realmente ha seducido la imaginación colectiva, siempre en busca de ídolos populares a lo princesa Diana, ha sido la primera dama de los Estados Unidos. A pesar de sus andares algo patosos de jugadora de baloncesto, Michelle Obama se ha presentado ante los europeos con un estudiado look y un nuevo peinado que suaviza sus facciones. Se trataba de una dura prueba porque no es fácil medirse frente a la irresistible Carla Bruni, hoy madame Sarkozy, siempre divina y por encima del bien y del mal. La mujer de Obama ha vuelto a apostar por diseñadores relativamente desconocidos hasta hace poco: Isabel Toledo, Thakon Panichgul, Jason Wuu y la cadena de ropa informal J. Crew. La Bruni apareció con un discreto modelo de Dior y el guardapolvo floreado de Michelle no tuvo nada que envidiarle al sobretodo de la primera dama francesa, condenada a lucir zapato plano para disimular la baja estatura de su marido.

En realidad tanto Carla Bruni como Michelle Obama compitieron con el espíritu de Jacqueline Kennedy, quien en 1961 cautivó el corazón de los europeos durante la tournee presidencial de su esposo. Era la Jackie O. del sombrero pillbox, los guantes cortos, los entallados trajes de chaqueta y una sonrisa con un toque de Mona Lisa: o sea, nadie podía imaginar que su matrimonio era una pantomima abocada a la tragedia y el final de Camelot. A los estadounidenses les gusta presumir de ser una república que logró zafarse del yugo de la monarquía británica. Sin embargo, viven fascinados por los reyes y reinas y se han convencido de que la dinastía Kennedy es lo más próximo que tienen a un clan con sangre azul. Ahora, en su afán infantil por reproducir el reino de cartón piedra de Disneylandia, le confieren al matrimonio Obama los poderes legendarios que en su día tuvieron la pareja Kennedy.

Mientras Barack Obama se desgasta aceleradamente en los menesteres políticos y en los Estados Unidos critican los resultados de la reunión del G-20, Michelle se ampara en un papel mucho más agradecido que conecta con el populismo. La influyente Tina Brown, antigua editora de Vanity Fair y hoy a cargo del popular blog Daily Beast, ha anunciado que Michelle es la nueva Oprah Winfrey, cuya misión es la de inspirar y conmover a las masas. Otra versión de Jackie O., pero "motivacional" y con sustancia. 

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