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Gina Montaner

El zoo de cristal

La idea del globo fue tan ingeniosa que todo el país siguió la insólita noticia como si se tratara de la mejor serie de la temporada. Pero su sueño se desinfló cuando su hijo pequeño se salió del guión.

Si quieres ser alguien en los Estados Unidos tienes que agenciártelas para protagonizar un reality show. Esa fue la conclusión a la que llegó el matrimonio Heene cuando fabricó la mentira de que uno de sus hijos había huido en un globo de helio que parecía un OVNI hecho con papel Albal. Fue el pequeño, con la habitual inocencia de los niños, quien sin querer desenmascaró a sus padres al declarar en una entrevista a CNN que lo habían hecho para montar un "show". Ahora los Heene son unos apestados, pero lo cierto es que su compulsión warholiana por acaparar quince minutos de fama forma parte de una afición nacional por los programas al estilo de Gran hermano.

Chicos y mayores siguen cada día y en distintos canales la existencia de los personajes más variopintos dispuestos a renunciar a su privacidad por un puñado de dólares: desde las conejitas de Playboy que revolotean alrededor de un anciano Hugh Hefner necesitado de Viagra, a una serie de amas de casa millonarias y ociosas en los estados de Nueva Jersey y Atlanta que se pasan el día ventilando sus trapos sucios. Pero también están los aspirantes a chefs o a diseñadores de moda que conviven en una suerte de comunas en las que abundan los más bajos instintos para hacerse con el premio al mejor. ¿O qué me dicen de Jon y Kate Gosselin? Los padres de sextillizos y mellizas que han hecho una fortuna mostrando a las cámaras el día a día de su prole, incluyendo una reciente separación con ecos de la guerra de los Rose. El escrutinio continuo de la intimidad cotidiana causa furor y se multiplican los realities en los que las miserias familiares hacen las delicias de los televidentes más morbosos. Por ejemplo, están los Duggars, con 18 hijos cuyos nombres empiezan con "j"; o un matrimonio de enanos que les muestran a quienes quieran verlos cómo es su vida.

Como era de esperar, en este circo televisivo no podía faltar Nadya Suleman, más conocida como "Octomom" después de haber tenido octillizos por fertilización in vitro. Esta mujer desempleada que vive del subsidio estatal y que ya contaba con otros cuatro hijos nacidos por medio de tratamientos de fertilidad, ha vendido exclusivas a programas de entrevistas y periódicos sensacionalistas. Sólo faltaba que tuviese su propio reality, algo que ya se ha materializado con la filmación de un documental a cambio de casi un millón de dólares que le vendrán muy bien para mantener a su batallón de bebés. Además de esta serie que sigue la locura y el caos diario en una casa llena de niños, de Suleman se ha hecho una muñeca con ocho tentáculos cuyo inflado rostro recuerda las operaciones de cirugía plástica a las que se ha sometido para parecerse a la actriz Angelina Jolie, otra madre de familia numerosa.

A nadie debe sorprender el afán de los Heene por hacerse con un programa que los enriqueciera de la noche a la mañana. El cabeza de familia perseguía tornados y su esposa se dedicaba a la astrología y otras ciencias ocultas. Tan seguros estaban de que sus excentricidades se ajustaban al formato de moda en la televisión, que incluso en el pasado habían probado suerte con un programa en el que los cónyuges cambiaban de hogar para convivir con desconocidos. Estos zoológicos de cristal donde los participantes se prestan a ser observados 24 horas prometen celebridad instantánea y dinero fácil. Dentro de los cánones de este género, la idea del globo fue tan ingeniosa que todo el país siguió la insólita noticia como si se tratara de la mejor serie de la temporada. Pero su sueño se desinfló cuando su hijo pequeño se salió del guión. Y es que los reality shows pinchan cuando la verdad se le escapa a la improvisación.

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