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Gina Montaner

Gastar o no gastar, esa es la cuestión

El nuevo Gobierno vuelve a la carga con otro "estímulo" que para los adictos a las compras será equivalente a una dosis de Metadona para un yonqui. Apenas han dado tiempo para recuperarse del síndrome de abstinencia.

Los estadounidenses reciben órdenes contradictorias y se sienten desorientados en uno de sus lugares favoritos: los shopping malls, esos grandes centros comerciales que son las catedrales modernas donde los adoradores del consumismo pasan las horas muertas en un laberinto de tiendas.

Durante años uno de los motores principales de la economía de los Estados Unidos ha sido el elevado nivel de consumo en un país donde es habitual cambiar de coche y casa periódicamente y donde los electrodomésticos y los muebles son sustituidos en cuanto sale un nuevo modelo. Según un artículo publicado en el New York Times sobre la crisis de los malls, el consumo individual conforma el 70% de la economía nacional. Sin embargo, el desenfreno facilitado por las tarjetas de crédito también ha contribuido, en gran medida, a una debacle económica en la que millones de ciudadanos se han visto entrampados con deudas. Los expertos financieros no han tardado en advertir que es preciso ahorrar y ser prudentes, sobre todo ante la posibilidad de que el desempleo se dispare y en los hogares tengan que recurrir a fondos reservados para emergencias.

Cuando ya todos estaban más o menos resignados a sobrevivir debajo de una piedra a lo largo de una recesión sobre la que ya un tipo brillante como Bill Gates ha pronosticado que podría durar cuatro años, la administración de Barack Obama se prepara para lanzar otro "paquete" de estímulo económico dirigido a los ciudadanos. Una medida similar a la que tomó Bush al final de su presidencia, cuando las familias con ingresos menores a 75.000 dólares recibieron una cantidad de dinero para incentivarlas a salir de compras y, de ese modo, reactivar un comercio moribundo. Por supuesto, fueron muchos los que desoyeron los consejos del Gobierno y emplearon el cheque para pagar deudas.

Resulta ser que de nuevo los americanos deberán retomar su afición a gastar para, irónicamente, reflotar la maltrecha economía del país. Los consumidores irredentos que tanto contribuyeron al endeudamiento colectivo tienen la excusa perfecta para abandonar su rehabilitación y liderar la salvación de los malls, muchos de los cuales han cerrado o están a punto de quebrar. Según datos del International Council of Shopping Centers, en los Estados Unidos hay unos 1,500 centros comerciales y en estos momentos las grandes cadenas que suelen dar vida y atraer usuarios a estos shoppings están despidiendo personal o declarándose en bancarrota. En la era de internet no podía faltar una página web que recoge la agonía de estos monstruos de cemento con foto-galerías de los malls clausurados, tal vez a modo de homenaje a los compradores compulsivos y nostálgicos.

Como en los casinos, en losshopping centersbajo techo no hay relojes ni ventanas. Se trata de una estrategia para que la gente pierda la noción del tiempo con el muzakindescriptible e hipnótico que se escucha por las bocinas, y una iluminación que provoca el trance ideal para salir y entrar de los establecimientos como zombis poseídos por la fiebre de adquirir objetos que de pronto parecen imprescindibles. El nuevo Gobierno vuelve a la carga con otro "estímulo" que para los adictos a las compras será equivalente a una dosis de Metadona para un yonqui. Apenas han dado tiempo para recuperarse del síndrome de abstinencia.

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