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Gina Montaner

Haití: el peligro de la amnesia

La solución a los males de este pueblo enfermo y desesperanzado no es un revival de la tenebrosa era de "Bay Doc". La amnesia podría condenar a los haitianos a otros cien años de soledad.

El ex dictador haitiano Jean-Claude Duvalier, popularmente conocido como "Baby Doc", continúa en Puerto Príncipe después de su inesperada llegada tras veinticinco años en el exilio. Su presencia en el país que arruinó aún más al heredar la dictadura instaurada por su padre François Duvalier, "Papa Doc", no trae más que malos presagios a una tierra que parece estar condenada a la inviabilidad como nación.

No le bastó a "Bay Doc" saquear el erario público bajo el sistema cleptocrático que aprendió de su progenitor. Tras acomodarse en un falso trono a los diecinueve años, su desgobierno estuvo marcado por la corrupción rampante; y cuando no le quedó más remedio que huir junto a un nutrido entourage parasitario, se calcula que lo hizo llevándose consigo al menos 300 millones de dólares. Una fortuna que le serviría en este cuarto siglo de destierro para continuar una vida de bon vivant sin oficio ni beneficio. Primero se instaló en Francia y en los últimos tiempos, antes de su aparición en un lujoso hotel de la capital haitiana, sobrevivió en los Alpes suizos. La noticia dio la vuelta al mundo cuando, al poco tiempo de establecerse en Europa, la justicia francesa requisó el château que Duvalier compartía con su hoy ex esposa, donde hallaron un primoroso cuaderno en el que la insaciable Primera Dama tenía apuntadas las desorbitadas cantidades que gastaba comprando caprichos en Hermés, Gucci o Boucheron.

Bien, en la huida los Duvalier se las agenciaron para vaciar las arcas del Estado y de ese modo garantizarse una existencia de marajás que les permitiera perpetuar una existencia ociosa. Pero antes de escapar de un clamor popular que pedía sus cabezas, dejaron tras de sí una estela de brutal represión. Se calcula que entre "Papa Doc", "Baby Doc" y los Tonton Macoutes, la policía política que se encargó de sembrar el terror entre la población, asesinaron a unas 60.000 personas. Esta dinastía que vivió de espaldas a las necesidades de una sociedad cada vez más empobrecida, es responsable de la desaparición de miles de opositores.

Jean-Claude Duvalier, quien aparentemente ha dilapidado el dinero ajeno a fuerza de un estilo de vida disoluta y lleno de lujos estrafalarios, ahora reaparece como si se tratara de un respetable estadista que viene a aclarar las injusticias cometidas contra él. En medio del desconcierto que ha provocado este numerito de última hora, lo que resulta altamente sospechoso es el papel del actual presidente, René Préval, en tan turbio entramado. Es evidente que su gobierno estaba al tanto del viaje y la entrada de Duvalier a territorio haitiano. Poco después el ex dictador prestó declaración en la Fiscalía de Puerto Príncipe para rendir cuentas por presunta corrupción y malversación de fondos. De la violación a los derechos humanos bajo su régimen despótico, Duvalier se ha limitado a pedir perdón por el mal que hizo. Entretanto, este hombre prematuramente envejecido y con aspecto desvitalizado, ya se ha instalado en una lujosa mansión alejada del caos en una ciudad que aún sufre los estragos del terremoto que acabó de destruir la precaria infraestructura urbana.

Los haitianos viven sumidos en la incertidumbre por unas elecciones presidenciales que el propio Préval ha obstaculizado en un intento por forzar el triunfo de Jude Celestin, su yerno. Aprovechándose del descontento general, los duvalieristas se han multiplicado bajo la consigna de que la mano dura de "Bay Doc" podría devolverle al país estabilidad y la posibilidad de una reconstrucción.

Es verdad que después de la espantada de los Duvalier, los gobiernos que les sucedieron no se han quedado cortos a la hora de continuar el robo y los desmanes, condenando a Haití a ser el país más pobre del Hemisferio Occidental. Pero, desde luego, la solución a los males de este pueblo enfermo y desesperanzado no es un revival de la tenebrosa era de "Bay Doc". La amnesia podría condenar a los haitianos a otros cien años de soledad.

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