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Guillermo Domínguez

Una roca en el zapato

Del Bosque y los suyos necesitan una de las victorias más épicas de su historia. En el deporte nada es imposible. Si alguien puede levantarse de la lona y acabar saboreando las mieles del éxito, ésa es España. Se puede.

"Mejorar es cambiar; ser perfecto es cambiar a menudo". La frase, de Winston Churchill, bien se la puede aplicar esta noche Vicente del Bosque en el partido ante Chile. El desastre ante Holanda invita a una revolución en el once, y los millones de seleccionadores que hay en la piel de toro venimos más o menos coincidiendo desde la tragedia de Salvador: Javi Martínez por un Piqué fundido, muy lejos de su mejor nivel –hasta a Rafa Márquez, a sus 35 primaveras, se le ve más fresco que al catalán–; Koke por un Xavi al que los años no pasan en balde; y Pedro por Silva para buscar más profundidad por la banda. Hay otros, como Casillas, Ramos y Busquets, que también quedaron señalados tras su mal partido ante los Oranje, aunque, salvo sorpresa, se mantendrán en el once contra la auténtica Roja, la Chile de Jorge Sampaoli.

Tiempo habrá tenido España de corregir errores y, sobre todo, de estudiar al próximo rival. Aunque no es Del Bosque amigo del flagelo, hay que incidir en los fallos en el debut para que no se repitan esta noche, en una final que España, sí o sí, tiene que ganar para poder seguir defendiendo esa estrella que luce en el pecho. "Haremos algún cambio, pero tampoco muchos", decía el marqués en la previa del partido. O sea, blanco y en botella...

De Salvador a Río de Janeiro. Maracaná es el templo de los templos. Un estadio que respira fútbol por los cuatro costados e invita a gestas, como la que firmó la Uruguay de Alcides Ghiggia hace ya 64 años –"sólo tres personas silenciaron el Maracaná: Frank Sinatra, el papa Juan Pablo II y yo", dijo Ghiggia–, o que vio el gol de Zarra ese mismo 1950; pero que también sobrecoge desde antes del pitido inicial, como le ocurrió a España hace un año en la final de la Copa Confederaciones.

Enfrente no estará en esta ocasión Brasil, sino uno de los equipos más rocosos del planeta. Ubicado en el decimocuarto puesto del ranking FIFA, Chile es una roca en el zapato para España, un equipo muy conjuntado y súper competitivo. En cuatro años, tres enfrentamientos contra el combinado andino con dos victorias (2-1, en la primera fase del Mundial 2010; 3-2, en un amistoso en Saint Gallen en septiembre de 2011, cuando más tensas estaban las relaciones entre Real Madrid y Barcelona; y 2-2, en septiembre pasado, también en Suiza).

El Calvo Sampaoli, que ha sabido mantener la herencia de Marcelo Bielsa –como Del Bosque supo recoger el guante del fallecido Luis Aragonés–, ha dirigido ya veinte partidos de la selección chilena desde enero de 2013, dotando al equipo de un carácter ofensivo, pese al 5-3-2 que, al parecer, alineará esta noche el técnico argentino, repitiendo la misma fórmula que tan buen resultado le dio a Van Gaal. "Somos una selección medio suicida porque nos gusta presionar y llegar con muchos jugadores al ataque", avisa Arturo Vidal, el mejor jugador de La Roja. Efectivamente, como se vio en el debut ante Australia –especialmente en el primer cuarto del partido–, los sudamericanos ejercen una presión alta e intensa, aunque está por ver si podrán aguantar a ese ritmo durante los 90 minutos.

El de la Juventus, que mostró un bajo estado de forma ante los aussies por problemas en la rodilla, es una de las principales estrellas de esta selección junto a Alexis Sánchez –mucho más suelto en Chile que cuando juega en el Barcelona–, el portero Claudio Bravo, Eduardo Vargas, el Pitbull Gary Medel, Mauricio Isla –gran lateral derecho pese a ser suplente en la Vecchia Signora, a la sombra del suizo Lichtsteiner– o Marcelo Díaz, el faro del equipo.

El gran problema de esta selección, como ya advirtió en esRadio el exfutbolista Leonardo Véliz –el descubridor de Cristiano Ronaldo–, es el juego aéreo. Y es ahí donde España, con Sergio Ramos y Javi Martínez/Piqué como estiletes, debería aprovecharse de los problemas que tienen los centrales Medel (1,72 metros) y Jara (1,78) para defender por arriba.

Atrás quedó el ridículo ante Holanda. El fútbol no vive del pasado y nuestra selección debe ganar a uno de los equipos que mejor la han estudiado en estos últimos años. Y encima con goles, para que los octavos de final queden un poco más cerca. Como el Madrid de Juanito o aquella mágica noche del 21 de diciembre de 1983 ante Malta en el Benito Villamarín. Del Bosque y los suyos necesitan una de las victorias más épicas de su historia. En el deporte nada es imposible. Si alguien puede levantarse de la lona y acabar saboreando las mieles del éxito, ésa es España. Se puede.

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