Nada más contradictorio que alentar un voto de castigo al PP a través de la formación que lidera Albert Rivera para, después de las elecciones, poner a caer de un burro a Ciudadanos por no salir a respaldar, inmediata e incondicionalmente, al partido de Rajoy.
A pesar de que Ciudadanos ha hecho esperar a Susana Díaz bastante más tiempo que a Cristina Cifuentes, y a pesar de que la formación de Albert Rivera ha evitado, tanto en Andalucía como en Madrid, la influencia de Podemos en el gobierno de ambas comunidades, los inesperados críticos de los naranjitos arremeten contra ellos de la misma injusta forma.
A pesar de que Francisco Sanz, presidente de La Rioja desde hace veinte años, ya había manifestado durante la campaña electoral su intención de no proseguir en caso de no obtener la mayoría absoluta, y a pesar de que el propio Sanz en 2013 ya propuso la limitación de mandatos a dos legislaturas en su proyecto de reforma estatutaria, los inesperados críticos de Ciudadanos –partido que llevaba en su programa la limitación de mandatos– denigran a este partido regeneracionista, al que acusan de haber forzado la sustitución de Sanz por otro político del PP al frente del Gobierno de La Rioja.
No hace falta decir que este injustificado, frívolo e incoherente cambio de valoración hacia Ciudadanos por parte de quienes hasta hace nada le mostraban su respaldo es, junto a la temible entrada en escena de Podemos, el auténtico cambio que Rajoy necesitaba para recuperar el electorado perdido y aspirar a seguir siendo presidente del Gobierno. ¿O es que alguien, a estas alturas, esperaba encontrarlos en los que Rajoy nos ha anunciado este jueves?