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Guillermo Dupuy

El Constitucional y las patatas

A los nacionalistas, la independencia del Tribunal Constitucional les importa tan poco como la propia Constitución o la propia nación española.

En pocos lugares el vicio ha rendido tanto homenaje a la virtud como en aquella hipócrita sentencia 108/1986 del Tribunal Constitucional en la que, al tiempo que se daba el visto bueno a que las Cortes Generales pasasen a elegir la totalidad de los miembros del Consejo General del Poder Judicial, se advertía claramente del "riesgo de que las Cámaras atiendan sólo a la división de fuerzas existente en su propio seno y distribuyan los puestos a cubrir entre los distintos partidos, en proporción a la fuerza parlamentaria de éstos".

Un riesgo que, desde entonces, y bajo la satisfecha proclama de Alfonso Guerra de que "Montesquieu ha muerto", se ha convertido en una lamentable realidad cada vez que se ha tenido que renovar el órgano de gobierno del Poder Judicial. Creo, no obstante, que a veces exageramos el golpe que, para la separación de poderes, supusieron aquella bochornosa reforma y la condescendiente sentencia si tenemos en cuenta que Montesquieu ya llevaba años criando malvas, desde el mismo momento en que la propia Constitución había consagrado, en su artículo 159, la designación política de los miembros del Tribunal Constitucional. En este sentido, ¿de qué nos vale que se restablezca el sistema de elección del CGPJ vigente hasta 1985 si no se despolitiza o se suprime el TC, órgano que, sin pertenecer en puridad al Poder Judicial, tiene sin embargo la colosal capacidad de tumbar leyes y sentencias por no ser supuestamente acordes con nuestra Ley de Leyes?

Si cada vez que se renuevan nuestras altas instancias judiciales asistimos a un bochornoso espectáculo de reparto de cromos entre los partidos políticos, más lamentable resulta comprobar cómo de todo ello sacan tajada unas formaciones nacionalistas a las que la independencia de dicho tribunal les importa tan poco como la propia Constitución o la propia nación española. Así, el portavoz parlamentario del PNV, Aitor Esteban, ha rechazado de plano que su partido intervenga en las negociaciones para renovar el TC en manos del PP y el PSOE con un elocuente y victimista "Que se coman con patatas el Tribunal Constitucional".

No hace falta recordar la cantidad de veces que los nacionalistas –PNV incluido– han participado en el reparto de las patatas y en la designación de los miembros de nuestras altas instancias judiciales. Es obvio que si ahora se rasgan las vestiduras ya no es tanto por el hecho de que no entren en el reparto sino porque están decididos a desacreditar todo lo que pueda ser obstáculo a sus inconstitucionales pretensiones secesionistas.

En cualquier caso, la designación política de los miembros de nuestros Altos Tribunales pone indebidamente bajo la sombra de la sospecha todas sus sentencias, por muy ajustadas a Derecho que sean. Ahora que tanto se habla de "regeneración" y de llevar a cabo reformas de nuestra Constitución, pocas serían tan convenientes como la destinada a restablecer una clara separación de poderes, sin la cual no creo que sea posible superar la crisis que aqueja a España como nación y como Estado de Derecho.

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