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Guillermo Dupuy

FAES y la complacencia ante la cumbre

Una cosa es que los socialistas traten de convertir la reunión de Washington en la cumbre de su coartada, y otra, muy distinta, que los liberales, al tratar de evitarlo, hagan de esa reunión la cima de su complacencia.

La fundación FAES acaba de publicar un articulo de su director de Economía y Políticas Públicas, Fernando Navarrete, en el que claramente se refuta la tesis propagada por los socialistas, según la cual la Cumbre de Washington iba a suponer una especie de "refundación" del capitalismo para mayor gloria de la socialdemocracia y castigo del "neoliberalismo".

Ciertamente, basta echar un vistazo a la declaración final de la Cumbre –suscrita también por Zapatero– y a su reiterado "respeto a los principios del libre mercado, incluyendo el imperio de la Ley, el respeto por la propiedad privada, el comercio y las inversiones libres en los mercados competitivos, apoyados por unos sistemas financieros eficiente y eficazmente regulados", para darse cuenta de hasta qué punto es engañoso proclamar, tal como hizo el número dos del PSOE, que "de la cumbre ha salido más Estado y menos mercado".

Ahora bien, una cosa es que los socialistas traten de convertir la reunión de Washington en la cumbre de su coartada, y otra, muy distinta, que los liberales, al tratar de evitarlo, hagan de esa reunión la cima de su complacencia.

Para empezar, hay que destacar que, a pesar de la retórica referencia a principios liberales como los anteriormente citados, las conclusiones de la cumbre –excepción hecha del claro rechazo al proteccionismo– son excesivamente ambiguos. Tal es el caso del apoyo dado a "las medidas fiscales para estimular las demandas internas con efecto inmediato, al mismo tiempo que se mantiene un marco político conducente a la sostenibilidad fiscal". Y es que de semejante apoyo se puede inferir tanto una conveniente rebaja de impuestos como un funesto aumento del gasto público.

Navarrete trata de tranquilizarnos haciendo hincapié en lo del "marco político conducente a la sostenibilidad fiscal", pero si de lo que se trata es de que el Estado gaste menos para que los ciudadanos conserven más parte de su dinero, convendremos todos en que los firmantes podrían haber elegido una forma de manifestarlo mucho menos "abierta a la interpretación".

Pero al margen de estas reformas fiscales y comerciales destinadas a paliar la crisis –y a las que bien se podría haber añadido las destinadas a liberalizar el mercado de trabajo–, quizá lo más decepcionante para los liberales es -o debería ser- lo referido a la reforma del sistema financiero. En este crucial apartado, a lo único que se hace referencia –y de forma ambigua– es a un conjunto de medidas destinadas a una mejor regulación y supervisión del sistema. Que esta "mejor" regulación no sea "necesariamente mayor", tal y como nuevamente trata de tranquilizarnos Navarrete, no borra ni su ambigüedad ni el hecho de que la Declaración Final eluda tratar la responsabilidad del intervencionismo público en la engañosa y artificial expansión monetaria y crediticia que está en el origen de la crisis.

¿De qué sirve un retórico respeto al libre del mercado, si luego se es condescendiente con los bancos centrales y con el hecho de que un bien tan decisivo como el dinero tenga un precio intervenido? ¿Qué respeto a la Ley y a la propiedad privada muestra esa triquiñuela de la reserva fraccionaria que permite a los banqueros convertir contratos de deposito en contratos de préstamo? ¿En qué principio liberal se sostiene un sistema financiera permanentemente socorrido por el monopolio de la autoridad monetaria? ¿Qué transparencia, por cristalina que sea, hace de "privatizar los beneficios y socializar las perdidas" un principio liberal?

Entiéndasenos bien. No esperábamos, por deseable que fuera, que los partícipes en la cumbre fueran a redactar algo así como una explicación de la decisiva teoría austriaca del ciclo económico, desconocida entre no pocos liberales. Es más. Somos muy conscientes de algo que señalaba el propio Navarrete en su artículo como es el valor de una Declaración firmada por representantes de "unos países cuyo grado de adhesión a los principios liberales ha sido más que dudoso". Ahora bien, si se trata de una declaración lo suficientemente aceptable para desmentir el supuesto linchamiento de las tesis de Thatcher, Reagan o Aznar, tal y como pretendían vendernos los socialistas, sigue siendo claramente insuficiente para que los liberales basemos en ella nuestro optimismo.

Los que aspiramos a una refundación del capitalismo –pero en el sentido opuesto al que proclaman los socialistas– que se dirija a extirpar de sus entrañas el intervencionismo monetario y crediticio que lo desestabiliza, seguimos a la espera.

En Libre Mercado

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