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Guillermo Dupuy

Ignacio González y su falta de "corrupción ideológica"

La decisión de Rajoy de apartar a Gonzalez es su respuesta a la falta de 'corrupción ideológica' del presidente madrileño.

Dice Rajoy que "hay imputaciones e imputaciones"; que "la imputación no significa condena"; que "el gran problema que tiene la imputación y hacer que una persona no pueda presentarse a las elecciones es que se está haciendo un juicio antes de que proceda". Pues bien. Manda narices que el presidente del Gobierno haya entonado este cúmulo de obviedades después de haber impedido a Ignacio González –el presidente autonómico con mejor gestión de gobierno y mayor fidelidad al programa electoral de su partido presentarse de nuevo a las elecciones por un asunto como el del famoso ático, en el que no se ha encontrado el menor indicio de delito y por el que el político defenestrado ni siquiera está imputado.

La defenestración del presidente madrileño por parte de Rajoy ha sido vergonzosa tanto en la forma como en el fondo: en la forma, no sólo porque haya sido el dedo divino de Rajoy el que, sin el menor respeto por la democracia interna, haya decidido sustituir a González por Cifuentes; también por lo que le ha señalado a González el portavoz de UPyD, Luis de Velasco: "El presidente del Gobierno no ha tenido la dignidad ni la gallardía suficiente como para hablar personalmente con usted y decirle que usted no seguía".

Sin embargo, esta decapitación política es aun más lamentable en el fondo: lejos de considerarla un exceso de celo en la lucha contra la corrupción cosa que vendría a contradecir, como ya he señalado, el cúmulo de obviedades defendido por Rajoy, la decisión del mandamás de este irreconocible Partido Popular es más bien una reacción a la falta de corrupción ideológica del presidente madrileño. Si González se hubiera mostrado menos fiel al programa y al ideario tradicional del PP y hubiera tenido una actitud más acomodaticia a la deriva ideológica que lidera Mariano Rajoy, estoy seguro de que el presidente madrileño se hubiera beneficiado de las disquisiciones presidenciales respecto de las imputaciones.

Algunos dirán que el dedo divino de Rajoy que ha defenestrado a González es el mismo que ha designado como candidata a la alcaldía madrileña a Esperanza Aguirre, persona no menos leal a las tradicionales señas de identidad de su partido. Sin embargo, el tirón electoral de Aguirre y de González no es el mismo, y defenestrar a una con la misma crudeza con que lo ha hecho con el otro hubiera supuesto llevar demasiado lejos la saña con la que la felonía ideológica rajoyesca acostumbra a apalear a los leales. A nadie se le debería escapar, además, la condición impuesta por Rajoy a Aguirre: renunciar a la reelección a la presidencia del PP madrileño. Que Aguirre haya aceptado esta condición como mal menor no borra el persistente empeño rajoyesco de ir apartando a quienes pretenden que el PP vuelva a ser un referente para el electorado liberal-conservador de este país.

Así que, lo siento por Cifuentes, fiel vasalla de su señor, sea este bueno o malo; pero sigo pensando que, en Madrid, hay que castigar lo que Rajoy ha impuesto en la candidatura autonómica del PP tanto como respaldar lo que no ha podido evitar en la candidatura municipal de este mismo partido.

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