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Guillermo Dupuy

La salud de lo que ZP da por muerto

Lo decisivo es que, desde que Zapatero dijera la semana pasada en el Wall Street Journal que "la crisis de la deuda que afecta a España, y a la zona euro en general, ha pasado", el diferencial sobre el bono alemán se ha disparado un quince por ciento

Tanto la ministra Salgado como el secretario de Estado José Manuel Campa han quitado importancia a la rebaja de la calificación de la deuda soberana española que ha llevado a cabo la agencia Moody's. Para Salgado y Campa la rebaja ha sido, respectivamente, "limitada" y fundada en previsiones "demasiado pesimistas".

Aunque por razones opuestas a las esgrimidas por el Gobierno, no digo yo que no hayan argumentos para dudar de esta optimista agencia de calificación, que ha sido la última en rebajar nuestro rating de solvencia, y que aun valora nuestra deuda por encima de lo que lo hace su competidora Standard & Poor's.

Con todo, lo decisivo no es tanto lo que opinen las agencias de calificación sino lo que opinen los inversores a la hora de comprar la deuda española. Y lo cierto es que, desde que Zapatero dijera la semana pasada en el Wall Street Journal que "la crisis de la deuda que afecta a España, y a la zona euro en general, ha pasado", el diferencial sobre el bono alemán se ha disparado hasta los 196 puntos básicos, un 15% por encima del que se registraba cuando el presidente hizo sus declaraciones al diario financiero. Lo decisivo también es que, por mucho que Moody's no haya rebajado la calificación de la deuda a corto plazo, tal y como Salgado ha subrayado, el Tesoro está pagando mucho más por ella y que, pese a ello, el martes ni siquiera pudo adjudicar los 3.500 millones de euros que tenía por objetivo máximo de emisión.

No digo yo que al coincidir con la constatación del clamoroso fracaso de la huelga convocada por los sindicatos, el impacto negativo del anuncio de Moody's en los mercados pueda ser este jueves limitado; más aun cuando los inversores ya daban por descontado el anuncio desde hace varios dias.

Sin embargo, al margen de las fluctuaciones, el hecho es que las razones de fondo para desconfiar de nuestra deuda siguen objetivamente ahí. El Estado sigue gastando más de lo que ingresa. El Gobierno se niega a llevar drásticos recortes del gasto público y opta por contraproducentes y demagógicas subidas de impuestos. Este mismo jueves nos hemos enterado que las autonomías van a recibir, a partir de enero, 7.000 millones más con el nuevo sistema de financiación. Eso, por no hablar de las crecientes y fundadas dudas relativas a las estadisticas oficiales del Gobierno de España respecto a la caída real del PIB.

Si a eso sumamos el maquillaje del déficit o que el Gobierno no va a aprovechar el fracaso de los sindicatos ni para erradicar sus subvenciones ni para acometer una reforma más profunda de nuestro mercado laboral, la crisis de la deuda española va a seguir siendo un problema por tiempo indefinido. Vamos que, parafraseando la cita apócrifa del Tenorio, la crisis de deuda que Zapatero da por muerta goza de buena salud. Y no es de extrañar, el Gobierno no hace más que alimentarla.

En Libre Mercado

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